El desembarco que forjó la Victoria

 Hace 64 años desembarcaba en aguas cubanas un pequeño yate blanco, cuyo nombre marcaría la historia de la Isla caribeña, Granma. Sobre su reducido espacio, 82 hombres zarparon con la mirada puesta en el horizonte y la única seguridad de que serían libres o mártires.

Eso les había asegurado Fidel Castro antes de la partida el 25 de noviembre de 1956 en las costas de México, tras meses de preparación en ese país.

El mar aguardaba a los expedicionarios con una ferocidad nada halagüeña, que junto al peso del barco y roturas en el motor retrasaron la llegada prevista para el 30 de noviembre. Tocaron tierra cubana dos días más tarde.

Las fuerzas de la dictadura batistiana conocieron de la noticia del desembarco por Playas Las Coloradas al Oriente del país, sin embargo pese al fuego de la aviación emprendieron su propósito de alcanzar la Sierra Maestra, que sería el escenario principal de lucha en los próximos dos años.

Sobre el desembarco escribiría después el Che Guevara: “Quedamos en tierra firme, a la deriva, dando traspiés, constituyendo un ejército de sombras, de fantasmas, que caminaban como siguiendo el impulso de algún mecanismo psíquico”.

La llegada de esta fuerza vigorosa, entrenada y consciente marcó el inicio de la derrota del dictador Fulgencia Batista. A partir de ese momento comenzó la guerra de guerrillas en las lomas del Oriente de Cuba. En esos apartados lares, la sangre y el sudor de hombres y mujeres forjaron la Revolución, que alcanzara su triunfo el 1 de enero de 1959.