Lápiz, cartilla y un crimen

Un verdadero suceso después del triunfo de la Revolución fue la campaña de alfabetización. Todos los cubanos aprenderían a leer y escribir en el menor tiempo posible para ser más útiles a la sociedad, cumpliendo así con el propósito del Comandante Fidel Castro Ruz.

En un año, Cuba eliminaría el analfabetismo, es por ello que el pueblo con mucho entusiasmo se incorporó a las primeras labores de preparación y desarrollo de la campaña bajo la consigna: el que sabe enseña y el que no aprende.

Para librar esta batalla, señalada por Fidel años antes en el alegato de autodefensa La Historia me Absolverá, se movilizaron niños, jóvenes y adultos que posteriormente fueron agrupados en las Brigadas “Conrado Benítez”. Todos los rincones de la isla se invadieron de la enseñanza; la alfabetización sobrepasó cualquier expectativa inicial y no solo se enseñó a leer y escribir; también se formaron hombres revolucionarios. ¿Pero quién fue Conrado Benítez? ¿Por qué su nombre condujo tan importante labor?

Hijo de una familia negra que residía en Matanzas, Conrado después de estudiar su bachillerato, formó parte de los destacamentos de maestros voluntarios. Él junto a otros compañeros integró el primer contingente del campamento El Meriño, cerca de Minas de Frío en la Sierra Maestra, donde recibió la preparación necesaria para ejercer la profesión.

En septiembre de 1960 estableció su escuela en las montañas del Escambray, cerca de Pitajones, en el municipio de Trinidad. Por su trato afable, pasión por la enseñanza y dedicación ganó el respeto y admiración de sus alumnos. De día enseñaba a los niños de la zona y alternaba con el trabajo en el campo; por la noche, lo hacía con los adultos.

La lucha contra la ignorancia desde 1960 se venía preparando exitosamente pero el enemigo, que siempre pretendía sembrar el temor y frenar los planes de la Revolución, sorprendió a este maestro el 5 de enero cuando iba camino de la escuela. Conrado fue asesinado en un lugar conocido como Las Tinajitas, allí cerca de la misma Sierra Maestra, donde se formó.

Según cuenta el pasado, él no tenía armas, solo llevaba consigo un libro de Anatomía, uno de Matemáticas y uno de Composición, también regalos para sus alumnos que le esperaban ansiosos en la finca San Ambrosio.

Ser pobre, negro y maestro fue suficiente para que los bandidos contrarrevolucionarios apoyados por el gobierno de los Estados Unidos, acabaran con la vida de este alfabetizador. Su “delito”, el de llevar la enseñanza a los campesinos, provocó la indignación de crueles sujetos que impedían el combate contra la incultura, predominante en la población cubana.

Desde ese entonces su nombre significa Educación. Cuando Fidel convocó el 28 de enero a la Campaña de Alfabetización manifestó delante de miles de jóvenes: “ ¡Ese maestro después de muerto, seguirá siendo maestro! ¡El pueblo nunca lo olvidará!”