San Cristóbal, de Artemisa a sus 190 años enamora

Muchos que nacimos aquí y otros que han llegado, no encontramos momento adecuado para dejarla. Hoy cumple 190 años nuestra ciudad. Tan simple ella, tan común, tan rural y citadina en paralelo. Puede doler cuando le vemos rota y cambiada, puede alegrar cuando alguna buena obra le ilumina y puede aliviar de una manera única la vida siempre que el regreso la encumbra.

Cruzar el puente de hierro sobre el río, buscar al norte su paisaje de montañas, contar la historia de Los Pinos, saber que el Cristo es de Jilma, que fue para Polo Montañez el último hogar, que hay tanto de bueno entre sus sitios y sus hijos.

Saber de vinos que la nombran, sentirse parte de la historia que se gesta, caminarla y conocer cada esquina, cada casa, cada arteria, cada sombra, cada luz, cada personaje; sentirla y sufrirla son razones para nunca renunciar a ella.

No se trata de un espacio que atrapa, ni la arquitectura, ni la posición, ni las prácticas cotidianas, sino todo lo que es o fue, dentro de sí; la familia que se crea, los recuerdos de la infancia, los primeros maestros, amigos, juegos de barrio, amores, paseos, suspiros.

Si aquí han quedado los más tempranos o los últimos afectos, si recorrer estas calles ofrece libertad, si hacer el bien a tu gente es la dicha mayor y el compromiso más grato, si es este el pedacito de mundo que más llena, es usted un sancristobalense fiel y entre mil o entre cien será siempre distinto.

Quédate ciudad, joven o vieja, no dejes de ser la más grande certeza, pertenecerte es un efecto que nos hace felices, despiértanos a diario con la inquietud de servirte de buen modo, que las campanas de cada esfuerzo doblen por ti en estos 190 y el resto de los tiempos, amor bonito, amor eternidad para contigo.