Alberto Luberta: La humildad de un hacedor de risas

“Fue en noviembre de 2007 cuando conocimos personalmente a Luberta. Llegó al museo para la presentación del libro Nada más real que el Oro Olímpico Cubano, con Humor, Siglo XX, de Julio Torres Torriente, una obra muy seria que nos hace reír y rinde homenaje a glorias deportivas.

“Durante cuatro ediciones nos regaló el privilegio de tenerlo como presidente del jurado del Concurso Nacional de Literatura Humorística Juan Ángel Cardi, evento que forma parte de la Humoranga Ariguanabense.

“Sus juicios y apreciaciones resultaron ser de un valor extraordinario, y siempre nos llamó la atención el ambiente de trabajo que supo imprimir en el equipo que evaluaba las obras del concurso… y cómo coincidía en los dictámenes con los otros miembros del jurado, aun cuando eran de generaciones más jóvenes”.

Para Mercedes Azcano, directora de Palante y escritora humorística, así como para Carlos Fundora, escritor y guionista de programas televisivos, constituye un orgullo haber compartido tiempo con Luberta en San Antonio de los Baños, donde la Humoranga es más que un evento cultural porque forma parte de tradiciones.

Isel Chacón manifiesta que el certamen cobró vida con su presencia. Muchos humoristas convocados incluso se insertaban con tan solo escuchar que el tribunal estaría liderado por Luberta.

“Él se integraba a las actividades colaterales de todo el evento. Participaba en los coloquios y ofrecía consideraciones de gran valía. En la gala de premiaciones, sus palabras y el abrazo a los galardonados fueron vivencias inigualables.

“Nunca dijo no, aunque estuviera atiborrado de problemas. Siempre fue un placer conversar con él, aun por teléfono. Tenía un trato afable, coloquial y afectuoso, que daba confianza y provocaba cada vez una admiración mayor”.

El homenaje al que no llegó

En abril de 2016, durante la décima edición del concurso Juan Ángel Cardi, el Museo del Humor se propuso un homenaje a Alberto Luberta. La directora recuerda cuánto amor se imprimió a cada detalle. Lamentablemente, él no llegó.

“Sabíamos que algo serio estaba sucediendo. Él era tan responsable que avisó de su malestar, en cuanto le resultó posible. El homenaje se realizó sin su presencia; mas, no fue igual: la magia y el espíritu del encuentro directo se había perdido.

Días después Luberta se recuperó. Llegó al Museo del Humor y recibió sus obsequios, entre ellos un Diploma de Honor que expresaba: “A Alberto Liberta Noy, por su decisivo e imperecedero aporte al humorismo cubano y a nuestra cultura… Los grandes creadores ven lo eterno en lo accidental, por lo que sus obras perduran”.

Con la humildad de los grandes, el 23 de enero de 2017 Luberta partió hacia otra dimensión. Había nacido el 27 de septiembre de 1931.“¡Qué privilegio para el Museo del Humor, qué privilegio para todos nosotros, haberle tenido o, mejor, tenerlo!”, asegura Chacón.

Tomado de ElArtemiseño.