Ricardo Santana ¡el artemiseño que salvó a Fidel!

El Doctor en ciencias y profesor titular Enrique Garcés Montero, nos narra en uno de sus libros más populares la historia de Ricardo Santana Martínez, el artemiseño que salvó a Fidel en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Esta valiosa obra literaria, resultado de las investigaciones y el compromiso de Garcés por contar el pasado de Cuba y sus hazañas, nos presenta el momento en que Fidel, durante la retirada de la posta 3 del cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, es rescatado por un joven artemiseño, encontrándose solo en medio de una balacera.

Con su hijo René Santana Chirino conversó este reportero hace algún tiempo para conocer de cerca la figura de Ricardo Santana y los valores que legó a sus familiares después de la muerte.

¿Cuándo escucharon por primera vez en la familia hablar de Fidel?

«Fidel visitó Artemisa para conocer cómo se preparaba el Movimiento 26-7 en varias fincas, y llegó hasta la de mi abuelo. Ese día se juntaron todos. Según anécdotas de mi padre, tronó y llovió mucho, lo que ayudó a disminuir el sonido de los armamentos porque no podían dejar de practicar.

«Tiempo después le informaron al viejo que debía trasladarse a un bar en La Habana. Iba en un carro junto a Pepe Suárez y el chofer, los únicos que conocían el destino final: Santiago de Cuba”.

¿Cuál y cómo fue el momento preciso en el que Ricardo Santana se convirtió en «el artemiseño que salvó a Fidel»?

“Cuando empezó el asalto tuvieron que salir inmediatamente de los carros para replegarse por la posta 3. Mientras tiraban, el viejo vio un carro con la puerta abierta y las llaves, pensó que ese era el medio para salir de allí, se montó y lo paró cerca del muro del cuartel, por la parte de adentro. Después de 17 minutos, Fidel dio la orden de retirada y papá permanecía cerca.

“Fidel salió en un auto, pero a media calle vio a Marino Collazo herido y le dio su puesto. Parecía que era el último carro, y comenzó a correr hacia un lugar seguro sin dejar de disparar.

“Es muy fácil contarlo ahora: mi padre salió a toda velocidad, pero la ráfaga de una ametralladora le voló el cristal trasero del auto. En el trayecto recogió a Rosendo Menéndez y, cuando miró por el espejo retrovisor, vio a Fidel: dio marcha atrás y lo subió”.

¿Supo Fidel en algún momento quién le salvó la vida?

“Él nunca le dijo a nadie que había rescatado a Fidel en el Moncada. En el 30 aniversario de los acontecimientos estaban reunidos, rememorando el asalto. Comenzaron a hablar de la retirada, y el comandante dijo que estaba seguro que lo había salvado un artemiseño.

“Entonces, Pipo le contó cómo fue y lo que ambos habían conversado aquel día. Fidel le tiró la mano y le dijo: ‘¡Guajiro, esto es un exceso de modestia de tu parte!»

¿Cómo recuerdas a tu padre?

“Cada vez que hablo de mi padre recuerdo lo sencillo, honesto, jaranero y hombre de campo que era. Me afloran muchos sentimientos por sus valores. Siempre nos convidó a ser humildes. Lo que hizo fue para ayudar a los demás.

“Me viene a la mente una anécdota (llora): con el triunfo de la Revolución, el Gobierno se interesó por las condiciones de los asaltantes al Moncada. Raquel Pérez, encargada del Ministerio de Bienestar Social, lo visitó e informó sobre una ayuda económica.

“Llevaba siete meses sin trabajo, y le dijo que luchó para que todos fuéramos iguales, sin intereses de por medio. Raquel empezó a llorar, lo abrazó y agradeció la grandeza de su espíritu”.

Quiso la historia que un artemiseño permaneciera cerca del Líder de la Revolución para salvarlo, tal cual pidió en una de nuestras fincas. Parafraseando a Jesús Orta Ruiz, los Aqueos de La Ilíada tuvieron a Minerva, y el Moncada tuvo a jóvenes Aquiles que, inyectados con sangre de leones, supieron traer la aurora.