Poner en orden la insensibilidad

Para nadie es secreto que “diseñar” el menú diario es un desafío. El alza desmesurada de precios en medio de los despojos al paso del coronavirus, las fracturas en la economía, las monedas que circulan –e incluyo el acceso a tiendas en MLC- el latente e injusto golpe del bloqueo y aun, la falta de control, ponen en tela de juicio el trabajo de algunos, ante los retos con los que convivimos otros.

Luego años de crisis sanitaria y no pocos retos económicos escuchamos a vecinos, compañeros de trabajo o familiares descifrar las claves para variar lo que llevamos a la mesa. Y es que se trata de uno de los momentos más importantes del hogar… y de la vida. Queremos sorprender a la pareja, malcriar a los niños, darnos un gusto o sortear entre la sopa o el puré para que el abuelo encamado también reciba su alimento.

Tampoco es un secreto que una ristra de cebolla o ajo es vociferada por nuestras calles entre los 500 o 700 pesos moneda nacional; el picadillo Richmeat subió hasta 200; el pomo de aceite a 600 y el cartón de huevos a 1500 pesos en un mercado que ya no es tan informal, ni tan oculto.

Basta con dar un clic en redes sociales para descifrar puntos de venta a precios inhumanos, que para la gran mayoría representan una gran parte de su salario. Sin incluir a pensionados o discapacitados, realmente “apretados” si completan sus medicamentos, pagan servicios básicos, obtienen los mandados de la bodega y compran estos productos necesarios en nuestra cocina.

Cabe entonces cuestionarnos de dónde sale el aceite, el huevo, el ajo, la cebolla, los paquetes de pollo, el arroz o el picadillo; por solo mencionar algunos de los más básicos. No todo se adquiere lícitamente para luego revender.

Quienes todavía justifican sus actos con el actual precio del USD o la transferencia “en la calle”, muestran incongruencias en un discurso que ya no asimilamos, pues en nuestro país no se expende, por citar ejemplos, el huevo de forma liberada ni en tiendas recaudadoras de divisa, tampoco el picadillo de Richmeat o condimentos y hortalizas.

Evidentemente la contractura parte desde donde se produce o despacha por menor precio, y ahí salta otra interrogante: ¿cómo se controla el evidente desvío o la venta ilegal? Quizás usted se pregunte lo mismo, alarmado por una situación en la que unos cuantos se favorecen fácilmente, y otros, los perjudicados, acudimos a ellos porque no queda alternativa.

Decir que no pagaremos ese precio, que preferimos no comerlo, o darnos el merecido gusto, nos supera. Son muchos los padres que acuden a revendedores, o mejor, a extremistas revendedores, para comprar la confitura; el trabajador y miembro familiar que entrega –casi indeciso- los 1500 pesos para un cartón de huevo o 600 por un pomo de aceite que ahorrarán hasta la última gota.

Mucho menos es un secreto que Cuba sobrevive, como lo hacen otros países y quizás no tenemos referencia. La inflación no es natural de aquí, y si revisamos un poco las noticias comprenderemos que abarca a casi todo el planeta.

También es comprensible que las tiendas en MLC permiten obtener productos básicos, reactivar nuestros fondos económicos y enfrentar el hecho de salir a comprar amenazados por injustas leyes.

Constantemente el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República de Cuba, llama a los productores buscar soluciones a la carencia de alimentos en el país. Convoca a romper la mentalidad importadora, conscientes de que requiere esfuerzo y constancia satisfacer las necesidades de la población. Y él, junto a su equipo de trabajo han sido receptivos ante las opiniones e inquietudes del campesinado, que todavía no logra aportar con eficiencia y persistencia –aunque sea poco- al autoabastecimiento del municipio.

En toda Artemisa la entrega de productos regulada, a través de las bodegas es una alternativa positiva, pero a veces la frecuencia, variedad y oportunidades no son las mismas para los consumidores, incluso de una misma circunscripción.

Puede que de ahí parta un flagelo nombrado inflación, que debemos desterrar.Los intermediarios del campo a la mesa, la mala planificación y el descontrol nos muestran a diario – y más en estos días- una situación que lejos de tolerarse o no, es inadmisible. El alimento del pueblo es primordial.

Alrededor de tal propósito se desencadenan males a los que deberían tocarle las puertas inspectores, administradores y decisores en los territorios y la provincia.

Pongamos punto final, entre todos, a la factible alternativa que encontraron algunos para beneficiarse a cuenta de quienes honradamente aportamos a la sociedad, y merecemos lo mejor de ella. No caben en Cuba las cadenas de negligencias que comienzan allí, donde nuestras convicciones jamás lo permitirán.