En cada entrega, la vida

Desde esa institución, enfrentó el difícil momento junto a su esposo Yoandris Hernández Hernández. “Perdí el caminar durante dos meses. Sentía mucho dolor en las articulaciones y empecé a atenderme en Reumatología. Al diagnosticarme la enfermedad, me explicaron que es ocasionada cuando el sistema inmunológico ataca a los tejidos.

“Sufrí daño en los riñones y me dializaron; una vez de alta debo asistir al hospital tres veces por semana, a las sesiones de hemodiálisis”.

Encomiable labor

Con 18 años de encomiable labor, en el servicio atienden pacientes del propio municipio, de Candelaria, Bahía Honda y a otros procedentes de Los Palacios y Consolación del Sur, en Pinar del Río. Actualmente, 57 personas requieren del vital tratamiento; junto a ellos, seis nefrólogos y 24 enfermeras le ponen ganas a la vida.

A las 6:30 a.m. inicia la jornada en la Sala de Hemodiálisis, y suele extenderse hasta las 11:45 p.m., en tres turnos; de ser necesario, han organizado cinco, para cubrir las 24 horas. Disponen de 17 riñones artificiales.

El paciente más joven tiene 24 años; el mayor, 82 y hace nueve recurre a este proceder. En Cuba el promedio de vida de una persona con este tratamiento es de 7.8 a ocho años, mientras en el servicio sancristobalense alcanza 11.

Redoblar esfuerzos

“Los pacientes positivos a la COVID-19, tanto del servicio del Hospital Ciro Redondo como del nuestro, se trasladaban al Naval. Con el alza de la pandemia colapsaron los hospitales de La Habana. Se decidió que nuestra institución atendiera a los pacientes COVID del territorio”, comenta Yolany Torres Martínez, director del Comandante Pinares.

Desde inicios de julio y hasta finales de octubre, el equipo batalló por responder a las crecientes necesidades. “Lunes, miércoles y viernes dializábamos a los pacientes no COVID; martes, jueves y sábado, a los casos positivos. De este último grupo atendimos 37”, indica.

“Hemos sido muy rigurosos con las medidas de bioseguridad, y ampliamos el diapasón del paciente sospechoso: quien acudía con algún síntoma febril o determinada manifestación respiratoria, dolores musculares, diarreas o había estado en contacto con un positivo, lo consideramos altamente sospechoso”, especifica Orosmán Cuesta Panaco, jefe del Servicio de Nefrología desde su fundación.

“Son pacientes con una mortalidad que supera hasta en cuatro veces la del resto al contraer el virus; por eso aumentamos las medidas, para minimizar riesgos. Cuando el test de antígeno resultaba positivo —aun con PCR negativo—, los atendíamos en un turno diferenciado, a fin de prevenir la contaminación. Así evitamos que hubiera un evento”, agrega el especialista de segundo grado en Nefrología.

“Y cuando la situación se tornó más crítica en cuanto a recursos, aportamos 600 dializadores a la red nacional, gracias a un programa para su recuperación.

“El bloqueo azota con saña los servicios nefrológicos. Todos los insumos de hemodiálisis son importados: dializadores, ramas, agujas, concentrados… Es preciso buscarlos en Alemania, España y otros países distantes, al no poder en Estados Unidos, su principal productor”.

En la actualidad, los casos generados en la provincia son atendidos en el Hospital Naval, como se previó al inicio.

Hacia un añorado momento

Una de las principales aspiraciones consiste en retomar el Programa Nacional de Trasplante Renal. “Como promedio, trasplantamos entre 15 y 25 pacientes al año, en el Instituto de Nefrología y en el CIMEQ. Desde 2020 la cifra disminuyó considerablemente, debido a la COVID, y solo fue posible hacer dos; en 2021, ninguno”.

En este momento, 38 pacientes aguardan. “A partir de enero debe restablecerse el trasplante de donantes vivos, y en marzo o abril, cuando el país esté en mejores condiciones, el de donantes cadáveres”, afirma Cuesta Panaco.

“El servicio no escapó de la alta mortalidad que tuvieron los pacientes trasplantados, un grupo muy vulnerable. El ciento por ciento de los pacientes con enfermedad renal terminal, y de los trasplantados, ya están vacunados”.

Investigación y resultados

En la búsqueda de un mejor servicio, reúsan dializadores (“una alternativa médica y también económica”), se empeñan en validar una nueva tecnología, e investigan las afecciones cardiovasculares en el paciente dialítico.

“También estamos asociados al Centro de Biología Molecular y Celular en el tratamiento con la eritropoyetina alfa recombinante cubana; nuestro servicio fue pionero en la utilización de este medicamento que ha revolucionado la Nefrología en el mundo”, puntualiza Cuesta Panaco.

“Mientras, los pacientes con hepatitis C fueron beneficiados con un tratamiento antiviral que constituye otra novedad, pues han mejorado sustancialmente”.

Y trabajan en alternativas como la plasmaféresis. “Este es el único centro en Cuba que hace plasmaféresis terapéutica desde el punto de vista nefrológico. En otros países, el tratamiento cuesta entre 120 000 y 150 000 dólares; aquí lo brindamos de forma gratuita”.

Entretanto, fomentan la proyección comunitaria. “Contribuimos a la detección precoz de pacientes con enfermedad renal crónica; luego, se encaminan hacia la Casa del Nefrópata, se les realizan los estudios y empiezan a prepararse para las diálisis… De modo que el paciente llega en mejores condiciones, cuando se trata previamente”.

El servicio del Comandante Pinares se ha mantenido a la vanguardia de la Red Nefrológica Cubana. El agradecimiento de los pacientes es la mayor prueba de que, en cada entrega, les va la vida.

Tomado de ElArtemiseño.