“Reacciones adversas del tique”

Al terminar mi jornada laboral más temprano de lo habitual, decido probar suerte con “San José” (ómnibus bautizado popularmente con ese nombre, pues va de Artemisa a San José de las Lajas y viceversa). Pido el último, me lo dan y acto seguido reconozco a una amiga de mi abuela que me dice:

–No te preocupes mi niña, quédate aquí conmigo.
–Se lo agradezco Maricela –respondo– pero para no causarle problemas seguiré el orden de la cola.
El número de pasajeros fue creciendo considerablemente, parece que “San José” goza de más popularidad que “Güira”. Mientras realizaba ese tipo de reflexiones diviso la formación de un tumulto de masas y voces: “La señora me dio el último”, “Quítateme de adelante”, “Ay, parece que ella no me conoce”, “No te metas que tú no estás en esta cola”, “Yo no sé qué hace él ahí”; eran las palabras de jóvenes, ancianos, mujeres, hombres, estudiantes; hasta que por fin un comentario sensato: “Señores, la guagua todavía no ha llegado”.
¡Poco importa que la guagua no haya llegado! Ya esos comportamientos son productos de reflejos condicionados, el estímulo es la entrega del “tique” y la respuesta, ay la respuesta…
Había mucho oleaje aquel día en la sala de espera, el mar de gente se movía de un lado a otro. El submarino no amarillo no llegaba aun, era el momento de repartir “los tiques”, una mujer empuja para colarse, se pone delante de mí e impide mi paso, amablemente le dije:
–Señora, ¿pudiera correrse para poder pasar?
–Pero, ¿para dónde me voy a poner? –responde– ¿no ves que esto está lleno de gente?
–Bueno señora –insisto– pues para donde mismo estaba.
“La gente a veces cree que una es tonta”, mientras pensaba en ello sentí mi frente chocar con un brazo fuerte, un hombre grande había colocado sus manos en el marco de la puerta para impedir el paso de los otros, en el mejor de los casos.
Ahora reflexiono, no soy mujer de las que cree que por su condición de fémina un hombre le debe ceder el asiento, incluso, para corroborar lo anterior, en varias ocasiones he transferido mi puesto de ómnibus a hombres y mujeres que he sentido lo necesitan más que yo; pero, por otro lado, no estoy de acuerdo con que una persona utilice su fuerza física para establecer relaciones de poder, no se trata de la “ley del más fuerte”, mucho menos en un espacio donde confluyen mujeres, ancianos, niños y, hasta otros hombres; la violencia nunca es una alternativa, así como el fin no justifica los medios. Entonces, llego a una conclusión: aun no llega la guagua, aun no se entrega “el tique”, sin embargo, ya se producen reacciones adversas.