“Lo que creemos contra lo que realmente es”

Sin la información, el conocimiento y la sensibilización necesarios, solemos mirar el problema de la violencia contra las mujeres desde las normas de la cultura patriarcal, que tienden a mantener la superioridad del hombre sobre la mujer.

 

Muchas veces, en el mejor de los casos, creemos que no existe tal problema, de esta forma lo negamos y lo minimizamos al asumir que: es un asunto privado (entre marido y mujer nadie se debe meter), la violencia psicológica no es tan grave como la física, los hombres son tan víctimas como las mujeres, no ocurre cuando hay buenas condiciones de vida y nivel cultural.

 

En otras ocasiones justificamos a quien maltrata, decimos que su comportamiento se debe al trato que recibió en la infancia, que hace lo que hace porque la quiere, que es alcohólico y/o consume otro tipo de drogas que lo ponen agresivo, que la cela porque la ama y que, bueno es hombre, no puede controlarse.

 

En los casos más extremos, llegamos hasta culpabilizar a las víctimas, al creer que algo debe haber hecho para merecerlo. Llegamos hasta repetir frases como: “a ella le gusta que la maltraten”, “si hubiera sido tan violento, lo habría denunciado antes”, “la maltrata porque no se porta bien”, “cuando una mujer dice no, en realidad quiere decir sí”.

 

Sin embrago, la violencia de género, o violencia machista, como prefiero llamarle constituye la forma de discriminación y la violación más frecuente de los derechos humanos, amenaza por igual a todas las mujeres; no es natural, nada justifica que los hombres sean violentos para demostrar su hombría. El alcohol y las drogas desinhiben la conducta abusiva, pero la causa está en las relaciones de poder que subordinan lo femenino a lo masculino. Los celos funcionan como una forma de control, cualquier tipo de violencia causa daños en la víctima, con serios impactos en la salud física y mental. A ninguna persona le gusta ser golpeada, chantajeada, humillada, encerrada, forzada a tener relaciones sexuales.

 

La violencia, en lugar de disminuir con el tiempo, aumenta su intensidad y se hace cada vez más peligrosa y las mujeres tardan en denunciar por la vulnerabilidad en que viven y el miedo al agresor.

 

Por todas estas razones di “alto a la impunidad”, di “ni una más” y únete para que todos los días sean naranja y decir NO, en mayúsculas, a la violencia contra las mujeres y las niñas.