Perucho vive en cada nota de nuestro himno

Así expresó Perucho Figueredo mientras se desarrollaba  el juicio donde fue condenado a la pena de muerte,  el 17 de agosto de 1870.

A él le debemos nuestro himno, el canto de guerra que aún sin la letra, la sola melodía era capaz de poner incómodos a los españoles.  Él como tantos otros bayameses, dejaron atrás las comodidades propias de su clase social para lanzarse a la aventura de luchar contra el colonialismo español.

Pedro «Perucho» Figueredo nació en 1819, en Bayamo; lugar donde estudió hasta 1834. En este año fue enviado a estudiar a La Habana. En 1838 se graduó de bachiller en Filosofía, cursó clases de piano y más tarde viajó a Barcelona a estudiar Derecho y en 1842 se graduó de abogado, trasladándose a Madrid para revalidar su título en la Universidad Central y recorrió varios países de Europa.

En 1844 solicitó a la Real Audiencia de Puerto Príncipe la incorporación de su título de abogado, mientras su padre, regidor, alcalde y mayor provincial, le otorgó poder general para que lo representara en todos los pleitos. Cuatro años después fue nombrado alcalde ordinario segundo de la ciudad de Bayamo.

Perucho Figueredo fue fundador, junto a Carlos Manuel de Céspedes, de la Sociedad Filarmónica de Bayamo en 1851. Antes del estallido revolucionario de 1868, tuvo protagonismo en diversas publicaciones literarias y artísticas de inspiración nacionalista, así como se integró a las Logias masónicas donde se conspiraba contra el colonialismo. Su casa fue el centro principal de la conspiración independentista en la región oriental.

Su trayectoria revolucionaria lo consolidó como un gran patriota de la Guerra de los Diez Años. Cayó prisionero de los españoles el 12 de agosto de 1870, y fusilado 5 días después. José Martí magistralmente resumió la vida de Perucho “de la mano de un himno y un ejemplo, Perucho también alzó el decoro dormido en los pechos de los hombres”.

Con la muerte de Perucho Figueredo se hacían realidad sus versos «Morir por la Patria es vivir».