El regreso a casa de un Che inmortalizado

En ese lapso fueron entrevistados diferentes testigos para verificar cómo ocurrieron los acontecimientos tras alguna pista que indicara dónde estaban sepultados los cuerpos.

Las descripciones oficiales aseguraban que el cadáver había sido incinerado y las cenizas lanzadas desde un avión sobre la selva, pero las investigaciones apuntaban al trasladado desde la escuelita de La Higuera donde lo asesinaron hasta el cuartel del regimiento Pando en Vallegrande. Allí enterraron al Che junto a otros guerrilleros en una fosa común.

En diciembre de 1995 llegó a Vallegrande un equipo de antropología forense formado por expertos argentinos y cubanos, y técnicos italianos, luego de ser anunciado un mes antes por el general boliviano Mario Vargas Salinas que el Che había sido sepultado bajo la pista de aterrizaje del antiguo aeropuerto de la zona.

Las gestiones indagatorias se desarrollaron en tres períodos, que sumaron unas 13 semanas. El doctor Jorge González, líder del grupo de expertos cubanos protagonistas del hallazgo, ha narrado en varias oportunidades los sucesos de aquel sábado 28 de junio.

En ese momento solo sabían que eran los restos de siete personas. Sin embargo, desde el principio sospecharon que los segundos restos hallados eran los del Che Guevara, pues eran los únicos cubiertos con una chaqueta verde olivo y más tarde comprobaron que no tenía manos.

Terminó de corroborar el hallazgo inicial, el hecho de que pegados a la chaqueta, había una bolsita con la picadura de la cachimba en el bolsillo y residuos del yeso de la mascarilla mortuoria realizada al Che por sus asesinos.

Luego de la exhumación el 5 de julio, las osamentas fueron llevadas a un hospital japonés para ser identificadas.

Y finalmente, el 11 de julio de 1997 se hace pública la información al mundo que confirmaba que los restos encontrados eran los de los guerrilleros: del comandante Ernesto Guevara, los internacionalistas cubanos René Martínez Tamayo (Arturo), Alberto Fernández Montes de Oca (Pacho) y Orlando Pantoja Tamayo (Antonio), los guerrilleros bolivianos Simeón Cuba (Willy), Aniceto Reynaga (Aniceto), y el combatiente peruano Juan Pablo Chang (El Chino).

Un día después, el 12 de julio de 1997, Jorge González Pérez regresaba a Cuba junto a los restos del Che y de sus compañeros de la guerrilla boliviana. En Cuba, Fidel Castro y sus familiares, los recibían.

 A través de una ceremonia televisada, el Comandante en Jefe, presidió el acto en el aeropuerto militar de San Antonio de los Baños, para darle la bienvenida a su entrañable amigo y compañero.

 Comenzaron entonces jornadas de duelo y homenaje del pueblo de Cuba a sus héroes y al Che, que ha sido parte de la leyenda viva de la Revolución Cubana.

Los restos de todos fueron depositados en el Memorial de la ciudad cubana de Santa Clara, construido especialmente para acogerlos.

Tras la llegada, la hija de Che, Aleida Guevara March, expresó: «Hoy llegan a nosotros sus restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces. Nadie puede quitarnos eso; siempre estarán vivos junto a sus hijos, en el pueblo».

El grupo de científicos cubanos que encontraron los restos del Che, retomaron una frase del Poeta Nacional, Nicolás Guillén, quien dijera en una ocasión:

 ‘… y no porque te dejen oculto bajo tierra van a impedir que te encontremos’.