El complejo de estatua

La instrucción demanda una gran cantidad de conocimiento sobre materias específicas, mientras la educación abarca el respeto a un conjunto de normas básicas que influyen en el comportamiento social.

Hay personas que aún con los conocimientos más amplios y con la biblioteca mejor surtida, olvidan el efecto de un «Buenos días » al llegar a una recepción, el «gracias » a la dependienta de un mercado o el «por favor» al final de una petición.

Esta clase de sujetos experimenta lo que se puede denominar el complejo de estatua, su amplia instrucción les lleva a acumular silencios e ignorar a aquellos que consideran por debajo de su nivel.

El fenómeno del maniquí contemporáneo no es algo que atañe sólo a los más instruidos: va desde las capas menos intelectuales hasta los grandes filósofos. Preocupante resulta la cuestión de que también, muchas veces, quienes nunca olvidan el saludo y el agradecimiento son castigados con el látigo de la indiferencia y observados como un objeto anacrónico digno de exhibirse en las vitrinas de un museo.

Es triste pensar cómo la sociedad va perdiendo valores y principios que se adquieren con la educación, esa que recibimos en la casa desde pequeños y que nos acompaña por el resto de nuestra existencia. Y aunque en la vida se puede carecer de instrucción, de lo que nunca debemos prescindir es de la educación.