Atribuir desde la infancia

Cuando los padres deciden hacer de la educación de sus hijos un caudal para su formación futura, las cosas siempre se tornan mejor; las preocupaciones quedan de un lado y la complacencia premia los años consagrados a su formación.

Cada detalle por simple que parezca se vuelve el aporte perfecto ante los desafíos que imponen estos tiempos, más si se trata de la educación en valores. Esa que duramente nos golpea.

A veces me pregunto a dónde fueron las llamadas palabras mágicas en las que tanto insistieron los maestros desde el preescolar: “gracias”; “buenos días”, “permiso”, “disculpe”.

Ahora ves a un pequeño, que no supera los ocho años diciendo palabras obscenas, maltratando a los animales, boconeando a su madre por no comprar su golosina preferida o desmintiendo al vecino por un acto que verdaderamente cometió.

También se de padres que sonríen y lo toman como una escena de humor, el hecho de que el niño se manifieste de tales formas; justifican las circunstancias diciendo “escucha para el niño lo que dice”, “está escapao”, “parece un hombrecito” cuando en realidad hay que llamar la atención, y volver a decir aquella frase que nunca entendí pero que mucho me limitó: “¡Eso es caca oíste, caca!”. Mamá apuntaba lo mal hecho y jamás se volvía a repetir – es increíble como aquella “caca” tenía el poder de incidir en mí.

Hay padres que dejan la responsabilidad de educar a los profesores, a pesar de conocer que el hogar es la primera escuela. La violencia familiar, la despreocupación, los problemas sociales que se desatan a su alrededor y el comportamiento sirven de ejemplo para construir la personalidad de ese niño.

Es cierta la frase que plantea que los niños son como una esponja lo absorben todo; entonces por qué no permitirles convivir bajo la bondad, el entendimiento, la cortesía, el respeto y el amor.

¿Acaso es tan difícil?A tiempo siempre se gana tiempo. Lo que permitamos hoy se volverá una costumbre para toda la vida, sea bueno o malo. Pasados los años es imposible cambiarlo. Corresponde a los adultos enseñar y hacerlo como es.

Nuestros niños deben respetar el entorno que les rodea, ayudar a la abuelita que no puede cruzar la calle, contribuir en las labores del hogar, mantener el orden y la disciplina. Nuestros niños deben conocer de la historia, de los afectos y nunca deben irse a dormir sin escuchar un cuento porque en esas historias van las mejores enseñanzas.

Como dijera Martí “(…) el niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso, aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso (…)” Aprovechemos que es la etapa ideal para hacer de ellos personas con valores; esta sociedad lo necesita.