Flor del llano y la sierra

Nutrida desde muy joven con la savia rebelde y patriótica de Cuba, Celia Sánchez Manduley, la heroína del llano y de la Sierra Maestra, la de la sonrisa eterna, y la de la flor de Mariposa en el cabello –puede considerarse- una de las mujeres más queridas por el pueblo.

Serena, entusiasta e imperecedera son algunos de los calificativos que zarpan en mi mente mientras recuerdo a esa guerrillera de la que tanto hablaban mis maestros; a la que todavía citan mujeres de estos tiempos por su empeño de construir junto a Fidel un país diferente, con oportunidades para todos, libre de grupúsculos que intervinieran en los asuntos propios y en especial, por crear mundos llenos de fantasía para los más pequeños.

Celia de pequeña, aun marcada por la pérdida de su madre, conoció de la justicia y la solidaridad. Junto a su padre emprendió grandes sueños que todavía permanecen a pesar de los años, como si fueran la clara evidencia de un Dejavu. Subió al Pico Turquino y allí, cerca de la palma, la flor de la Mariposa, el cantar del tocororo y la historia, colocó un busto a José Martí –quien vigila desde lo alto el futuro de la nación.

Años después, se involucró en la dirección y fundación del Movimiento 26 de Julio en la antigua provincia de Oriente, donde también distribuyó “La historia me absolverá” y organizó con total valentía la encomienda revolucionaria.

A veces escondida en los seudónimos de Ali o Norma, desplegó un trabajo formidable con la masa campesina y los sindicatos, bajo las ordenes de Frank País. Fue en una ocasión, que esbirros batistianos la detuvieron en Campechuela; ellos tenían la encomienda de desaparecerla, pero nunca hubo temor –ni por un minuto- así que decidió continuar clandestinamente.

La delicadeza, dulzura, preocupación por los demás y extrema modestia también fueron razones que la convierten hoy en La flor de la Revolución.

Tras el triunfo, se multiplicó en actividades junto a Frank, Fidel y sus compañeros. Sin darse cuenta, o puede que sí, fue formando su personalidad sencilla, por la que muchos la admiran.

Se dedicó a importantes asuntos como secretaria del Consejo de Estado, diputada del Parlamento y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

El 11 de enero de 1980 falleció, dejando una huella imborrable en el corazón de trabajadores, campesinos, estudiantes y niños. Su partida, desconsuelo para las almas de miles de cubanos, la convirtieron en flor brava y duradera, y sus pasos nos dejaron profundas huellas de amor, las cuales – a partir de ahora- debemos seguir.

¿De qué estarán hechas esas mujeres que no le temen a sus tiempos? ¿Por qué sus nombres las mantienen vivas y a pesar del paso de los años siguen entre su pueblo? Se me vuelve imposible no hacerlo. Una y mil veces ocupo mi mente tratando de encontrar los primeros indicios sobre “la bravura” que de generación en generación es parte de la mujer cubana; sin importar en qué momento o lugar fuere preciso demostrarla…

Encuentro respuestas sí, como todo el que la busca pero cuando me tropiezo con los libros que ocupan un lugar especial en casa, cuando rememoro las clases de primaria o la universidad, cuando las imágenes destronan ídolos para convertirse en ejemplos simplemente prefiero ir tras el calibre de una mujer gigantesca. ¿Acaso Celia Sánchez Manduley pensó ser parte de lo que somos, de nuestra identidad?

Su mirada motivadora, serena y pensativa cautiva aun en retratos. No tuve la ocasión de conocerle, siquiera verla pasar, pero tiene tanto con lo que a diario convivo que me parece familiar ¡está viva! Ella perdura entre el encanto de los reveses y las victorias.

Está hecha de la misma fórmula: de acero y miel; de los cantíos mañaneros que despiertan y convidan a recibir un nuevo día; es la frescura y el aroma de la montaña; la transparencia de un río; es el silencio de la noche y la algarabía de los niños…es lo más bello del rosal y lo menos parecido al orgullo. Ella es lo que nos dejó: sacrificio, modestia y Patria.

La Luna siempre la vigila. Viene del fragor del combate. Es hija de la Palma y la Mariposa. Recordarla es poco para quienes pretendemos seguir sus pasos; esos que en ocasiones se escondían de las circunstancias pero que se hacían sentir en la primera línea hasta el cansancio. Nuestra Celia fue como el encanto que hizo de los sueños una realidad.

Fue la fuerza renovadora que posibilitó una Cuba mejor, de oportunidades, entendimiento y reconocimiento al esfuerzo de los demás. La Revolución contó con su apoyo en momentos trascendentales y en muestra de gratitud le acogió como su flor más autóctona. Y así se ve, lozana, radiante; de Patria y de Humanidad.

Cinco letras son suficientes para nombrarla. Ojalá y acompañara cada travesía de la Revolución de hoy escribiendo pasajes, aconsejando ante las circunstancias, soñando un país nuevo…tomando de la mano a los años. Qué bueno sería verla cerca de los pequeños, esos que crecen desde una de sus ideas. Qué bueno poder decir Celia y saber que gracias a su “bravura” el ejemplo que legó sigue transitando cada corazón y alma femenina tal cual ella lo aprendió de Mariana Grajales, por solo citar un ejemplo.

Por ser amiga de Yeyé, de Vilma, de Fidel; fiel heroína de esta tierra y singular referente de la mujer cubana ya no eres simplemente Celia…a partir de este instante te conviertes en el sentido de nuestros tiempos.

Serás la ruta a seguir para que la Patria que un día te vio nacer no olvide ni por un instante que es libre, independiente y combativa.