¡Así llegó la libertad!

Siete días tardó el Líder de la Revolución Fidel Castro, luego del Primero de Enero, en llegar a La Habana. El día dos salió de Santiago y el 8 ya estaba en la capital de los cubanos, junto a los valientes guerrilleros, que traían por toda la nación la libertad definitiva después de tantos años de lucha.

La entrada de los rebeldes se convirtió en un acontecimiento para el pueblo que horas antes engalanó las calles, colocó banderas cubanas y del 26 de Julio en dependencias estatales y viviendas, para así darle una calurosa bienvenida a Fidel y los barbudos de la Sierra Maestra.

Antes de enfilar rumbo a Columbia, la caravana se detuvo primero en el edificio de la Marina de Guerra y, luego de saludar a su oficialidad, se dirigió hacia el muelle cercano y subió nuevamente al histórico yate Granma, 767 días después de su desembarco en Las Coloradas.

Cumpliendo una orden de Fidel, el comandante Camilo Cienfuegos entró en el campamento militar de Columbia tiempo antes y allí estuvo hasta este día, que se unió a nuestro líder.

Fotos, videos, periódicos y la memoria de quienes alzaron sus voces, fueron fieles testigos de lo acontecido, pero muchos recuerdan mientras Fidel hablaba, tres palomas blancas que llegaron con la esperanza: una de ellas se posó sobre su hombro y las dos restantes en el borde del podio, donde además se le escuchó preguntar al señor de la Vanguardia: – ¿Voy bien Camilo?

Ante el entusiasmo del pueblo concentrado en la capital, Fidel reafirmó las proyecciones de la Revolución y la importancia de la unidad mientras alertaba: “Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”.

Mil kilómetros, desde Santiago de Cuba hasta La Habana, se convirtieron en el agradecimiento de las multitudes que detenían la caravana para saludar al hombre que trajo la libertad.

La gratitud quedó plasmada para la historia en el corazón de cada cubano presente o no. El verde olivo, con el aroma de la montaña, el sudor del sacrificio y la fe esperanzada hicieron esta tierra independiente y soberana, desde ese día y para siempre.