Manuela en el más poético cielo

Manuela fue un ser luminoso, sencillo y brillante, con un poder de encanto en la palabra capaz de despertar siempre los mayores elogios y el mayor respeto de quienes, alguna o muchas veces, disfrutamos de su conversación.

Su hijo más pequeño, el poeta y narrador Eric Adrián Pérez, aseguraba acerca de ella en una entrevista que me concedió hace ya varios años: “Mi madre tenía 52 años cuando me trajo al mundo y, a pesar de que pasó mucho trabajo, nunca perdió su alegría ni su fuerza.

Puedo verla inclinada sobre la batea, lavándonos la vida, y tarareando décimas. Todavía a los cien años tiene una memoria y una clarividencia prodigiosas”.

Otra de sus criaturas, el poeta y escritor para niños Evasio Pérez, comentaba del rigor y la honradez con que Manuela los llevaba a comportarse en sociedad y entre sus obras dejó escrito a su madre, tras la partida reciente de esta: La madre es como un regalo/que se nos da sin medida,/dispuesta a entregar la vida,/por el hijo bueno o malo./En ella no hay intervalo/en sus maternas funciones./Nos ama sin condiciones,/ángel que acompaña al niño./Es el único cariño que no tiene vacaciones.

Daniel Pérez, uno de los lectores más fecundos y persistentes que he conocido, poeta y narrador como sus hermanos, tuvo a bien grabar la voz de su madre mientras le contaba lo que había sido su fecunda y difícil vida, un largo y potente testimonio que la pericia de Daniel pudiera convertir en libro, como en libro pudiera convertirse la historia de un poeta popular y exquisito como su padre.

Pablo Pérez, cultivador de la décima, con una memoria prodigiosa para evocar viejas obras de este género, y Froilán Escobar, periodista, novelista y autor de un libro de testimonio imprescindible, digno de ser leído por cada cubano, Martí a flor de labios, donde se recogen las palabras encantadas de seres que conocieron personalmente al autor del Ismaelillo tras su desembarco por Dos Ríos, son otros dos seres traídos al mundo por Manuela con la estrella de la literatura en el alma.

Son los más conocidos por mí. Aunque sospecho que el ángel sonriente de las letras recorre de punta a punta el alma de los 12 seres engendrados por esta mujer, quien a sus 102 años, como una paloma luminosa, echó a volar sin regreso hacia el más poético de los cielos.

Tomado de ElArtemiseño.