Fidel en la poesía

Poco tiempo antes, Ernesto Che Guevara y el general Alberto Bayo, dos revolucionarios vinculados al desembarco del Granma, le habían dedicado Canto a Fidel Castro y A Fidel Castro, respectivamente.

En verdad, Bayo fue el primero en dedicar un poema al autor de La Historia me absolverá. Su misión principal en México fue entrenar al grupo de 82 hombres que desembarcaría por Playa Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956.

Con anterioridad a Carilda, otro gran poeta cubano, el güinero Francisco Riverón, dedicó un poema al jefe rebelde. Se trata de Gracias, Fidel, un conjunto de décimas no tan citado entre nosotros, pero que recoge el tamaño de la esperanza popular ante un hombre que, sin recursos militares y escasos hombres, había retado a muerte a una dictadura perfectamente equipada.

Muchos poemas se dedicaron a Fidel una vez consumado el triunfo el 1 de enero de 1959, entre ellos el de los notables autores artemiseños Angelito Valiente, Ysmael Pérez Esquivel (El Rubio Artemiseño) y Renito Fuentes Cintado, quienes serían parte sustantiva de la antología Artemisa canta a Fidel, publicada por el sello editorial Unicornio y compilada por el investigador y poeta alquizareño José Alberto Nápoles.

Pero, como la justicia siempre debe estar presente, prefiero cerrar este trabajo con un fragmento de la obra de Riverón, uno de los grandes de la décima en Cuba, y con el coraje suficiente para escribir sobre un personaje que, en ese momento, era el odio mayor de una dictadura implacable y dispuesta a cometer todos los horrores contra los partidarios del líder del M-26-7.

Gracias, Fidel
Alguien le puso Fidel.
Cuba se lo dio a la vida,
y se le abrió en una herida
que va sangrando con él.
Un agua como de miel
en la sonrisa mojada,
una sangre desvelada
de bravo en el pecho bravo
y un no querer ser esclavo
creciéndole en la mirada.

Lo meció buena mujer
en cuna de seda buena,
pero le duele la pena
del bohío y del taller.
Estudiante, su deber
le conoce de temprano;
y por el decir martiano
echa su vida sin calma,
con una sed en el alma
y luz de libro en la mano.

Por eso le oyen gritar
los caminos y las calles,
por el hambre de los valles,
por la angustia del solar.
Por donde marcha su andar
el valor dice: ¡Presente!
En la anchura de su frente
hermana del resplandor,
la Patria tiene sabor
a limpia y a combatiente.

Tomado de ElArtemiseño.