Villena el intelectual, el joven eterno

Alquízar lo vio nacer el 20 de diciembre de 1899. Fue el joven patriota insigne de la generación del 23, abogado de Julio Antonio Mella y el de ferviente pasión por la poesía. Fue el revolucionario e intelectual de su tiempo, y líder de la Protesta de los Trece, acción cívica de los intelectuales contra la corrupción del gobierno imperante.

Rubén Martínez Villena estuvo siempre donde debía, y su vida política también la supo llevar entre prosas, manifiestos, epistolarios y editoriales. Su puño escribió a la Patria, al amor… a la voluntad de juntarse como égida martiana.

No dudó en asumir decisivos roles al frente del Partido Comunista de Cuba, como asesor de la Confederación Nacional Obrera de Cuba o fundador de la Universidad Popular José Martí.

Cuando apenas tenía tres años fue bautizado por el Generalísimo Máximo Gómez, quien dijo que su vida tendría la luz plena del mediodía. Y así radiante y justa, su luz desbordó plena y distintiva durante años convulsos en busca de la independencia. La misma luz que sirvió para encender la fuerza contra gobiernos títeres y lacayos que pretendían vivir del pueblo y no para el pueblo.

Su espíritu antiemperialista llevó las esencias de los más justos de su época, de las convicciones, del camino verdadero, de la honestidad. Fusionó el derecho y el periodismo como armas estratégicas, disciplinas que supo entretejer con la poesía para fundar revistas. Por ello muchos definieron su combate «a base de pluma y pensamiento».

Villena, es un joven eterno y quiso el destino que el mismo día de su nacimiento, también se forjara la Federación Estudiantil Universitaria el 20 de diciembre de 1922. Llevan lo de juventud consciente, reacción vigorosa, patriotismo y decoro.

Muchos como él se ven hoy reflejados en el espíritu incansable y esa Pupila Insomne que replica: «Tengo el impulso torvo y el anhelo sagrado / de atisbar en la vida mis ensueños de muerto / ¡Oh la pupila insomne y el párpado cerrado! / (¡Ya dormiré mañana con el párpado abierto!)».

Es cierto, Villena traía la estrella en la frente como el Apóstol; una estrella que ilumina y mata. Su bondad, la rebeldía del carácter, la energía emprendedora y el honor, hablanan de los rasgos del joven que no cerró sus ojos, ni el olvido largo lo hizo olvidar.

Sus pulmones insistieron en arrebatarle los suspiros de vida, y él sarcástico, dejó un presagio en la «Canción del sainete póstumo» en la que se leía: «Y te dirán: —¿Qué tienes?… Y tú dirás que nada; / mas te irás a la alcoba para disimular, / me llorarás a solas, con la cara en la almohada, / ¡Y esa noche tu esposo no te podrá besar!»