Universidad de Ciencias Militares Antonio Maceo: Donde el verde olivo colorea la esperanza

Dada el alza de pequeños con el virus SARS-CoV-2, el hospital de campaña Elpidio Valdés se convierte en extensión del pediátrico José Ramón Martínez, de Guanajay. Del 12 de julio al 27 de agosto (momento de la visita) atendieron unos 4 000 pacientes: 502 niños y 358 adultos positivos, el resto sospechosos.

Para el teniente coronel Osley Martínez Ceballo, segundo jefe de la Unidad de Estudios de esta Universidad situada en Caimito, es una misión bien compleja garantizar que no falte nada a los 91 niños ingresados bajo su tutela.

Algunos ingresan con sus madres igualmente contagiadas, y deben auxiliar a ambos, lograr la higiene, la alimentación en seis momentos del día, suministrarles agua caliente para el aseo, todo con medidas óptimas para evitar enfermarse.

“El adiós de ellos al irse, la sonrisa y la algarabía infantil no pocas veces me humedecen los ojos, sobre todo al pensar que puede ser mi hijo quien pase por una situación similar”, dice con inmensa sensibilidad el especialista de primer grado y profesor auxiliar.

En el cuartel seis, de Tropas especiales, dentro de la zona roja, se aloja una familia de San Cristóbal que dejó su hogar cerrado por completo para buscar la salud allí.

Ocupan dos literas, abajo y arriba, mamá, papá y sus dos hijos pequeños, que ya respiran, literalmente, y se van con el agradecimiento a quienes les han devuelto el sosiego.

“No pensaba hacer el cuento, de lo mal que estuve por el asma bronquial. Contagié a mi esposa y a mis dos hijos. ¡Pero nos han asistido en el mejor lugar donde nos han podido atender!”, dice Manuel tal vez sin saber el empeño de otros; mas, convencido de la dedicación y la limpieza de este.

“Hemos vivido alternativas para distraer a los niños y hacerles sentir cómodos, pese a los síntomas del virus”.

Disponen de 574 camas en cuatro cuarteles. Se unen a 50 trabajadores de la Universidad, entre ellos también civiles de la defensa, 13 médicos, nueve enfermeros y dos técnicos, quienes, tras laborar una semana, pasan su cuarentena en la hotelera del centro militar.

Ifraín Esquivel Blanco, enfermero del Hospital Comandante Pinares, apoya mientras queda lista en San Cristóbal la sala de cirugía pediátrica, averiada por el sismo del 30 de junio. Reconoce el funcionamiento del centro, la disciplina, organización y compromiso de los oficiales.

A pocos metros de la zona roja, igual el peligro acecha. A 200 grados de temperatura, en seis lavadoras se baten químicos y espumas, sábanas, toallas, nasobucos, batas, pantalones… Antes y después el trajín de cuatro mujeres civiles de la defensa, las mismas que en tiempos normales asumen la lavandería de 14 unidades de las FAR.

Al decir de Maydolis Márquez, “el protocolo es bien estricto. Manipulan las prendas en un área limitada, para contabilizarlas; luego la primera desinfección y a lavar. Quienes están dentro deben confiar en nuestro desempeño. ¡Así también www.tvartemisa.icrt.cumos vidas!”.

De interesante anoto la actuación de un equipo de intervención psicológico, que garantiza el curso de las insatisfacciones hacia el alto mando de la Universidad. Nadie dice que es fácil, mucho menos perfecto. Cambian libretas, simuladores de tanques de guerras, fusiles y días de supervivencia teñidos de verde olivo, por higienizar cuarteles, desinfectar áreas comunes, bajar fiebre a los pequeños, calentar agua para su baño en un camión militar y alistar el avituallamiento de la zona roja.

Cambian su cotidianidad por www.tvartemisa.icrt.cur vidas, y si es a la esperanza del mundo, como decía Martí, vale doble gratitud.

Tomado de ElArtemiseño.