La cubanidad en la obra de Eduardo Abela

Comenzó como torcedor de tabacos, aunque su vocación de artista era tanta que muchos lo ayudaron a ingresar en la Academia de San Alejandro. En 1925 surgió el famosísimo Bobo de Abela, ilustre figura del humorismo satírico y caricaturesco nacional que recogía el sombrero desmejorado del viejo Liborio que había aparecido primero en La Lucha y luego en La Política Cómica.

El Bobo de Abela se convertiría en uno de los símbolos sociales más recordados contra el mandato del Presidente Machado. Si Liborio abrió el camino, el Bobo de Abela enalteció la caricatura política republicana. Marcando claramente el devenir de su creador, quien pese a sus grandes dotes de pintor sigue siendo recordado sobre todo por su personaje.

Los deseos por construir y crear un ecosistema nuevo para la realización de un lenguaje cubano en la pintura moderna, cercana a las vanguardias europeas, llevó a Abela y a Víctor Manuel a fundar la Escuela Libre de Escultura y Pintura que finalmente no pudo materializar.

En Abela su criollismo planteaba el problema de la cubanidad plástica no en plan de solución, sino de jerarquía de hacer de nuestra pintura un problema cubano, que aspiraba a la creación verdadera apoyada en la vida cotidiana.

De este grande de la plástica cubana nos quedan sus ensayos abstractos y sus símbolos de cubanidad donde en un ejercicio de revolución constante rompe algunos de los moldes que previamente se habían convertido en pilares de su obra.

El Premio Eduardo Abela, es el máximo galardón que otorgan las bienales de humorismo gráfico convocadas por el Círculo de Humoristas e Historietistas de la Unión de Periodistas de Cuba y el Museo del Humor de San Antonio de los Baños. El estímulo hace honor a este destacado caricaturista cubano uno de los más notables impulsores de las artes plásticas cubanas.