Establecimiento para mujeres bellas, fuertes, tenaces

Las mujeres merecen siempre el mejor de los regalos, sobre todo si son de esas laboriosas como abejas. A las obreras del taller de talabartería 106 de Bahía Honda, les obsequiaron un nuevo establecimiento, muy superior al que usaban desde mediados de los años 90. Y ahora se les percibe mucho más animadas en sus máquinas.

 

“El local anterior tenía pésimas condiciones: era una sola nave, pequeña y sin ventilación alguna; estábamos hacinados. Incluso corrían aguas albañales por el patio. En 2014 estuvimos a punto de cerrar”, comenta Maribel Vigoa, la jefa del taller, todavía perteneciente a la UEB 211, de la cercana provincia de Pinar del Río.
Coincidentemente, tales manufacturas están dispuestas en San Cristóbal (Santa Cruz), Candelaria y Bahía, los municipios otrora pinareños.

 

Thaba, como todos conocen a esta instalación, resurge con nuevos bríos en su ubicación actual. “El cambio ha sido notable. Los trabajadores están muy entusiasmados. Contamos con un almacén inmenso, categorizado; un sitio para merendar y calentar el almuerzo; baños más que confortables; las oficinas necesarias; guardabolsos y hasta correo e internet”, revela.

 

Ya nada puede distraer a estas 48 mujeres y 11 hombres de confeccionar los 145 000 estuches Bebito previstos para el año. Hace casi una década se especializan en esa producción, además de merenderos, gorras y mochilas que fabrican eventualmente.

 

De hecho, según Vigoa, esperan que la mejoría en las condiciones de almacenamiento les depare la posibilidad de encarar otras producciones, como mochilas y capas-tienda. Disponen de 29 costureras, pero están preparados para emplear a 40.

 

Los elevados salarios atraen personal fácilmente, pues a los habituales 1 000 o 1 200 pesos suman cobros adicionales por la eficiencia económica (Resolución 6), la estimulación en divisas y el estipendio alimentario.

 

Una veterana como Marianela Cornelio, dedicada a este oficio desde 1987 y siempre capaz de rebasar la norma de 150 piezas diarias, no duda en compartir su satisfacción en torno al nuevo local. “Es divino: el mejor regalo que pudieron habernos hecho”.

 

En cambio, Yanisleydis Morales lleva solo cuatro años integrada al colectivo del taller, lo cual no le resta para que nos la señalen como una de las más productivas.

 

“¿Por qué? Por dedicación, y porque me gusta coser. Las máquinas son viejas, pero les dieron un buen mantenimiento para recomenzar, y ahí están, guapeando. La mía recibe tremendo queme, y no se rompe. Lo mejor es el local: comodísimo, amplio, fresco, limpio”.

 

Ambas pueden sacar máximo provecho ahora a la jornada laboral, aunque —como bien aseguraron ellas— la de este taller es una producción en cadena: cada una depende de la eficiencia de quien la antecede. Aquí cosen una pieza; allá, otra. Las máquinas Highlead apenas descansan por intervalos, pues manos bien diestras les exigen estar a la altura de su empeño.

 

Poco a poco las diversas piezas comienzan a unirse en cientos de estuches Bebito para los módulos de canastilla. El nuevo establecimiento de Thaba, en Bahía Honda, escribe una nueva historia de mujeres bellas, fuertes, tenaces.

 

Tomado de Elartemiseño.