El desembarco que profetizó la Victoria

Para llevarla a cabo se adquirió el pequeño yate Granma de poco más de 13 metros de eslora y 4.76 metros de manga, en el cual embarcaron 82 expedicionarios con su equipo.

Pasados unos minutos de la primera hora del 25 de noviembre de 1956, bajo lluvia y con las luces apagadas, el yate comenzó a navegar por las aguas del río Tuxpan. Debía burlar la vigilancia del faro y del puesto naval de la marina mexicana existente en la salida al mar abierto. Ya allí, comenzaron los vientos fuertes y el batir de las olas, originando bandazos en la embarcación.

Alejados de la costa mexicanas y burlando la guardia fronteriza, encendieron las luces y cantaron con el Himno Nacional de Cuba, la Marcha del 26 de Julio y concluyeron pronunciando consignas revolucionarias. Fidel ordenó armar a varios, por si los guardafronteras mexicanos trataban de detenerlos.

Entre el 25 y el 27 de noviembre los expedicionarios navegaron por el Golfo de México. Tras una azarosa travesía desembarcaron el 2 de diciembre en tierra cubana en un terreno cenagoso.

Vigilados por la aviación y perseguidos por tropas del Ejército, los expedicionarios fueron sorprendidos en Alegría de Pío, donde habían acampado, y dispersados. Sólo una veintena de hombres, encabezados por el líder de la expedición Fidel Castro, logró el objetivo de establecer un grupo guerrillero en las montañas que sería el núcleo del futuro Ejército Rebelde.