Clarita: la Palma Real de Fidel

“Yo soy una mujer dichosa”, dijo aquella vez mientras escuchaba a su alrededor el trinar de los sinsontes y el sonido del río apacible bajo el cielo que la cobija. Ella no entiende de años, dolores o fatigas; es majestuosa… fuerte. Adorna con su vaivén las calles del Ariguanabo; anda esbelta, y es capaz de dar sombra a quienes —anhelosos de conocer anécdotas de Fidel— se arriman a su tronco elegante.

Ella está en todas partes. Las flores no adornan la fineza que representa, pero entiende de orgullo. Es así como Clara Elena Burrowes Luz Caballero se hizo Palma Real: la reina de los campos. En su balcón, adornado de verde, dice encontrar fragmentos del pasado, muchos, junto a Fidel, quien la distinguiera por su estatura y la comparara con nuestro árbol nacional.

“La primera vez que me relacioné con el Comandante fue en Ciudad Libertad, un momento muy emotivo porque comenzábamos la escuela de instructores de arte. Usábamos de uniforme una blusa blanca con pintas rojas, saya negra y una boina que nos distinguía entre todos los becados. Ya él sabía el apodo que nos habían puesto, y se acercó diciendo: ‘¡Ay, pero si tengo tres manzanas!’ De inmediato nos puso su mano en la cabeza y nos bendijo para toda la vida.

“A partir de ese momento mis actividades fueron más profundas; había estado frente a Fidel y tenía la convicción de que me tocaba seguir sus ideales.
“En 1992 tuve la dicha de volverlo a ver: venía a reunirse con el gerente del Hotel Las Yagrumas, por cuestiones administrativas. Yo era la secretaria del núcleo del Partido de la instalación, y como miembro del consejo de dirección estaba cerca. Lo que no esperé fueron sus halagos tan comunes: ‘¡Secretaria, no crezca más, que parece una Palma Real!’

“Fidel conversó a solas con el gerente, Rogelio Rodríguez de la Torre. Recorrió meticulosamente todo el hotel, saludó a los trabajadores y firmó en una hoja: ‘Pude apreciar con la calidad que ustedes trabajan, los felicito’.

“Concluida su visita, a punto de irse, lo llamé: ‘¡Comandante!, ¿me podré hacer una foto con mis dos jefes?’ Él preguntó: ‘¿Quiénes son tus dos jefes?’ Yo estaba hecha nervios, pero contesté como torbellino: ‘Usted y mi gerente Rogelio’. Él aceptó, y así quedó para mis recuerdos, un instante sin igual a su lado”.

Como un preciado tesoro guarda Clarita sus fotos con Fidel. FOTO: Alejandro Lóriga Santos

Coincidir con Fidel

Pasaron los años y Elena cumplió otras funciones en centros turísticos de la capital, hasta que la ubicaron en el hotel La Pradera. Estaba destinada a seguir coincidiendo con Fidel, precisamente cuando reabrían las puertas de esa institución. “Para ese momento, era ama de llaves; tenía que mostrarle las habitaciones y parte de mi trabajo. Lo acompañaba delante, mientras el doctor Llerena, el director entonces, explicaba cuestiones organizativas y de funcionamiento.

“Fidel era increíble. Tenerlo de frente fue una experiencia única. Mientras caminábamos, sin esperarlo, exclamó: ‘¡Doctor Llerena, qué alta es su ama de llaves; parece una Palma Real!’ No sabía cómo le iba a responder, pero de alguna forma debía reciprocar sus palabras. ‘Comandante, hace algunos años en el hotel Las Yagrumas, de San Antonio de los Baños, usted me dijo lo mismo.’ ‘Ah, porque eres yagrumera —reconoció asombrado: ¡qué bien, te felicito!’”

Clara Elena Burrowes tuvo la suerte y la dicha de conocer a un hombre de buen destino; uno que dejó luces en el camino para siempre. Sus ojos marchitos de lágrimas parecen espejos del alma cuando habla de él. “Fue un orgullo que me calificara así. Ese Comandante, ese líder de la Revolución, segundo Martí, que nos dio la victoria, es inolvidable”.

Pasarán los años y su presencia seguirá viva en el corazón de esta ariguanabense, como páginas bautizadas de campos y palmeras, anécdotas que emocionan una y otra vez.