Casi al perder el nombre

Con la imagen de un sitio languidecido que con voz exigiría ¡auxilio!, y de frente a uno de esos bautenses incapaz de envolver palabras si debe decir la verdad, intercambié el sentir nostálgico por un lago.

El longevo admirador del laguito habla sobre custodios irresponsables que, en las noches, permitían a pescadores furtivos tirar trasmallos y semillas de un tipo de ñame, no catalogado como especie invasora, pero que crece mucho dentro del agua e inunda la superficie.

Aunque artificial, este reservorio muy bien ingeniado junto a la jardinería, los bancos, el puente con barandas… daba vida, belleza y armonía a la entidad, perteneciente a la Empresa de Alojamiento y Recreación de la provincia.

Tal vez tuvo un pequeño manantial, nadie lo asegura. Tampoco debe venir de un río cercano, como la mayoría de los lagos. Sí es cierto que lo ayudaban a vivir, con agua del propio motel y la voluntad de su gente, quienes cuentan que desde hace unos diez u 11 años va en picada, a la cual incluso la COVID-19 intenta servir de justificación.

Hasta pudiera ser verídica esa defensa, si en este tiempo de pandemia contamos la poca actividad, los trabajadores interruptos o contagiados con el virus, el municipio en cuarentena, la provincia con limitaciones… y los mínimos ingresos o equipos disponibles para www.tvartemisa.icrt.cur el pequeño acuífero, identidad bautense. Pero el problema surgió en años anteriores.

Irritado por un poco de dejadez y abandono, el bautense nos dice que allí la “malangueta” no florecía. Recuerda a Alberto, aquel jardinero que la arrancaba a tiempo y de raíz, sin dejarla crecer.

También le viene a la memoria cierta ocasión cuando dejaron el lago precioso. Lo limpiaron con una yunta de bueyes, empedraron la superficie a la redonda, se instaló un tubo que drenaba agua limpia y sembraron peces, lo cual devino atractivo y hobby para trabajadores y visitantes. Lo describe y, a la par, siento un pez en su intento de sobrevivir tras la inercia de los últimos años.                                                  

¿Será tan complicado resucitar el lago? Claro, depende… La actual administración ha gestionado el préstamo de botes en La Coronela, solo que no ha sido posible; tampoco acciones de otras entidades han tenido un final feliz.

Ahora sí está complicada la limpieza: lleva dinero lo que apenas costaba dedicación, antes. No hay presupuesto, alegan; mas, cruzarse de brazos no puede ser solución.

Habrá que pensar en colectivo, más allá de esta entidad, de la empresa, del municipio. A fin de cuentas, todos somos Artemisa. Y un “¡entre todos podemos lograrlo!” puede ser la fórmula.

El bautense de mi diálogo piensa en un grampín (un anzuelo gigante) que con sus ganchos hale las plantas desde la orilla, pues la “malangueta” copa la superficie. Piensa en un tractor o buldócer. Imagina sobre todo muchos brazos y voluntad.

Un lago se puede rellenar o funcionar como estanque, convertirse en un pantano o bosque húmedo. Aquellos relativamente cerrados son vulnerables cuando no se les cuida.

Además, son una importante reserva de agua dulce, usada para el riego de otros cultivos, en algunos casos incluso para producir energía eléctrica, ventajas más allá de la recreación que pueden inspirar el rescate de este sitio.

El Motel El Lago tiene habitaciones y otros servicios que lo animan, complemento perfecto del acuífero, principalmente si no se puede mirar hacia la piscina, pues se filtra de la propia agua contaminada del lago y está como para tapiarla… y empezarla de cero. 

Como nos da tanto trabajo reparar y rehabilitar, por los presupuestos y otras limitaciones, no hemos de darnos el lujo de abandonar, sino actuar a tiempo, encadenarnos con las soluciones e incentivar más el sentido de pertenencia, para no estar en peligro de perder hasta el nombre.

Tomado de Elartemiseño.