Títeres, cuentos y muchos aplausos
A sus 54 años de fundada llegó hoy la compañía de teatro para niños «Los Cuenteros» de San Antonio de los Baños. Casi que es obligatorio escribir su ubicación porque ellos dicen ser de Cuba, pero especialmente son del pueblo que los sigue y les acompaña en cada sueño: su gente, la del Ariguanabo.
Repasando la historia encontramos que allá por 1969 la actriz Graciela González y Julio Capote, prestigioso mimo y director artístico de «Mimo Clan», unieron los deseos de crear una compañía para niños, que resumiera el cariño y la magia de darle vida a los títeres. Así se forjó la agrupación que hasta nuestros días les hace a todos artistas de pueblo, enamorados de las historias para los pequeños del hogar, y seres capaces de entregar felicidad en un parque, una escuela, el barrio o en un teatro.
Del amor entre Graciela y Julio nació su mejor puesta en escena: Malawy Capote González, quien es hoy la directora general de la agrupación. Ella creció escondida entre los telones del entonces Instituto de Radio y Televisión y leyendo muchos libros de literatura universal. Luego decidió seguir el camino de sus padres, con respeto y dedicación. Ya sabía que estar de frente a un público, y recibir sinceros aplausos, no se comparaban con premios materiales porque cuando el corazón habla, el alma se estremece.
Y esos fueron los comienzos de dos generaciones de «Los Cuenteros», cada una muy parecida a sus tiempos, con presentaciones admirables y títeres que nacieron y viven en sus manos porque es la oportunidad de construir un personaje, la que deslumbra tanta fantasía en la escena. Son una escuela titiritera. Sus manos como ninguna otra hacen respirar a los muñecos con dinamismo y belleza. Creo que ahí radica la relación inexplicable entre un actor y un elemento tan particular como lo es el títere.
Cada puesta en escena tiene un significado para su público. La virtud que encierran entre retablos y escenografías solo puede compararse con algún poder divino capaz de adentrarnos en mundos lejanos y fantásticos. Del otro lado escuchas sonrisas, la algarabía que se mezcla con canciones y aplausos. Hay un público que los sigue y que lo continuará haciendo porque así son ellos: un sentimiento en común, un cúmulo de felicidad… un gran destello de cubanía.
En una entrevista que le realizara el colega Joel Mayor Lorán del semanario el artemiseño Malawy dice sobre los niños: «(…) Me llevo muy bien con los niños. Me siento parte de ellos porque soy una niña grande. Tal vez me ven como una más, y por eso se identifican conmigo, pero realmente son ellos por quienes me levanto cada día motivada a trabajar. Con su inocencia, te buscan, te quieren besar, te quieren saludar; eso es muy gratificante.
“A veces estoy en lugares, llegan y los escucho decir ‘mira a Malawy’. Entonces, voy, los saludo, comparto su juego o su conversación… y cuando me vuelven a ver, ya soy su amiguita. Creo que es un don que me dio la vida, porque sentir el cariño y agradecimiento de esos a quienes has dedicado tu vida, es lo más grande (…)».
Nuestros Cuenteros han sabido de esfuerzos, de replantearse una y otra vez el deseo de romper el silencio para inundar con su distinción. No han sido 54 años de pleno regocijo hacia lo interno, todavía faltan muchas deudas por saldar con una agrupación que prestigia la cultura en la provincia y en Cuba. Son conscientes de las necesidades pero en un intento de amar, rompen las cadenas que oprimen con tristeza, montan su retablo y salen a tocar su peculiar guitarra.
Este domingo las redes sociales se llenan de aplausos virtuales y mensajes de agradecimiento en nombre de «Los Cuenteros», y es que no puede ser diferente. Siempre recuerdo con cariño a Graciela, quien aparece en cada puesta rebosante de entusiasmo y con miles de vidas guardadas en un libro. Es que ella sabe muy bien cómo impulsar a sus compañeros en la historia que un día comenzó; ahora es una más pese a los años y se le ve saltando, cantando y apretando el corazón de sus admiradores.
«Los Cuenteros» ya son una de las grandes páginas de la cultura en Artemisa. Reconocimientos, Caricatos, festivales y sobre todo, trabajo comunitario resumen 54 años de regocijo, preocupaciones, incomprensiones, realización y hasta pandemias. Son ejemplo y virtud, la cortina que se abre para provocar emociones cuando se apagan las luces o cuando anuncian su llegada a cada uno de los hogares, en busca de nuevas aventuras.