La novela de Elena, de Cuba y de la felicidad

Una de las propuestas de la Editorial Unicornio para la presente edición de la feria del libro, es la novela de la sancristobalense Elena Milián Salaberri, La mordedura.

El acontecimiento deviene excusa formal para la conversación con la autora y el privilegio de su testimonio. Ella, que durante tantos años escribió a nuestra realidad, desde una perspectiva distinta a esta nueva faceta.

– “Me defino como una periodista que escribió una novela por varias razones, la primera, es que una vez periodista, no puedes dejar de serlo para hacer otra cosa y otra, porque respeto muchísimo a los escritores. El periodismo me aportó herramientas y quien lea mi novela, sabrá que hay mucho de ese estilo en la narración.

Trabajé en una agencia cablegráfica por mucho tiempo, en las agencias, luego de 20 minutos de ocurridos los hechos ya debes tener algo redactado, porque la inmediatez es lo que puede colarte en la publicación. Un periodista de agencia, tiene que escribir muy rápido y eso no tiene nada que ver con la literatura, pero me daban ganas desde entonces.

 Luego trabajé en el periódico El Artemiseño y es un semanario donde se estimula la creatividad, el colectivo tiene muy claro que entre las funciones de la prensa también está entretener.

Llegó el momento de atreverme en medio del triste panorama de la pandemia, era imprescindible hacer algo para reconciliarme con la alegría y disfruté mucho el proceso de escribir la novela, era un sueño. Además, un sueño de mi hijo, que ha sido el lector más crítico que he tenido y siempre me ha pedido: mami yo creo que tú puedes hacer literatura, algunos compañeros de trabajo también, y lo hice, además, porque yo lo necesitaba para expresarme.

– ¿Por qué la herencia y la cultura vascas tan protagonistas?

La ficción tiene mucha estructura de realidad, hay elementos de la cultura vasca porque mi familia por parte de mi mamá es de inmigrantes vascos y yo tuve mucho contacto. No es autobiográfica, la historia es de ficción, se aferra en momentos a la realidad, pero no es la historia de mi familia, sí la de inmigrantes vascos que recibí por la oralidad, recibí muchas referencias y una gran carga de todo eso.

 La Sierra del Rosario tuvo muchos inmigrantes vascos, vascos franceses y vascos Navarro, en San Cristóbal todavía quedan.

Está muy presente el tema migración, desde sus muchas caras. Es un fenómeno inherente al ser humano que se va a dar siempre y que nosotros los cubanos, vuelvo a Cuba porque es fundamental en la novela, lo vemos distinto, esto que pasa en Cuba, la familia cubana, este amor que es esa búsqueda de la felicidad, no se ve en muchos países de la misma manera. Todos los seres humanos estamos aptos para amar, pero no hacemos del amor el sentido de la vida y el cubano hace del amor el sentido de la vida.

– Los prejuicios, ¿por qué se trata de un asunto tan pertinente en las páginas de La mordedura?

Los prejuicios coartan la felicidad, por cuanto te empiezas a preguntar o a decir: esto no lo debo hacer, con aquel no debo hablar, no está bien amar a tal persona, no está bien que se amen. Yo pienso que cuando empiezas a poner el no por delante y los prejuicios son un no: esto no se hace, esto no debe ser así; son incluso anticristianos, por eso es inevitable que una novela que trata a la felicidad como un tema, presente a los prejuicios como lo opuesto.

Cuba

– Cuba es un escenario, tan importante, que se puede llegar a convertir en un personaje.

El escenario que es mi tierra, es el que permea a todos los personajes de las distintas actitudes que tienen. Yo pienso que en otras tierras no hubieran sido así esos personajes.

El hilo de la novela se da en la historia fundamental de dos mujeres en la Cuba pre-revolucionaria y la Cuba pos-revolucionaria, y hay también un cambio de estilo en la transición entre esas dos etapas.

Tenemos la dicha de ella, porque Cuba es una dicha. En Cuba no hay animales de mordeduras mortales, a menos que uno tenga una alergia muy grande. Cuba tiene la hermosura de ser la perla de las Antillas, nosotros somos grandilocuentes: esta es la tierra más linda, son las mujeres más bellas, son los mejores amantes, son los cubanos los mejores bailadores; hay mucho como de cierto chovinismo, pero hay mucho de la cubanía, que se ha patentado en el exterior.

Más allá de Varadero, hay una Cuba profunda que también es hermosa y sí le podemos hacer mucho daño. ¿Cómo? Le hacemos daño en el momento que desconocemos a Cuba, pero yo creo que los cubanos no le provocamos tanto dolor, nosotros somos capaces de sonreír a pesar de cualquier cosa en Cuba, y en algún momento creo que lo digo en el libro: un pueblo que sonríe así no es un pueblo malo.

En estos momentos tenemos mucha necesidad de no renunciar a la vocación por la felicidad que tenemos los cubanos, tenemos ese pacto con la sonrisa, como se expone en la novela: el país parece colgado en el mapa, en medio de unos piélagos hermosos donde cualquier cosa puede ser posible.

– La oportunidad de publicar

Le agradezco mucho a la Editorial Unicornio, fue también un proceso de edición maravilloso. Exhorto a todas las personas que quieran hacer literatura, que tengan plena confianza, hay una editorial de calidad y abierta, inmersa en ese quehacer para descubrir la literatura cubana que, junto con la sonrisa, se debe seguir haciendo.

Esta periodista se honraría con que esperara alguien sus libros para leerlos, yo creo que, si hay alguien dispuesto a leer otra cosa mía, siempre voy a estar dispuesta a escribir.

Elena asume así de simple su ópera prima. Tanto en La mordedura, como en la vida misma, advierte que no coinciden los sentidos en lo sencillo y lo simple, pero la sencillez y la simpleza destilan juntas de su sonrisa pactada hace siglos con la nacionalidad, bajo unos ojos de herencia vasca que ya no serán jamás exclusivamente suyos. Más de un personaje femenino de este libro sobre Cuba y la felicidad, desde ya, asoman al contacto con su mirada azul.

Elena asume así de simple su ópera prima. Tanto en La mordedura, como en la vida misma, advierte que no coinciden los sentidos en lo sencillo y lo simple, pero la sencillez y la simpleza destilan juntas de su sonrisa pactada hace siglos con la nacionalidad, bajo unos ojos de herencia vasca que ya no serán jamás exclusivamente suyos. Más de un personaje femenino de este libro sobre Cuba y la felicidad, desde ya, asoman al contacto con su mirada azul.