La educación debe sobrar en la sociedad

La formación integral de los individuos y su comportamiento es hoy en día el mayor reto que tiene la educación cubana. La escuela como centro encargado de esta formación, debe aprovechar toda la influencia cultural que aporta la comunidad, y dentro de esta la familia.

En el hogar se adquiere la información necesaria para incorporarse al mundo y comienzan las relaciones sociales amparadas en el postulado martiano: «Educar …es preparar al hombre para la vida».

En mi caso particular les confieso que hace mucho culminé mis estudios primarios y secundarios. Por aquellos entonces recuerdo cómo nuestros profesores incidían en el desarrollo cognoscitivo de los estudiantes, pero también en la manera de proyectarnos para con los demás. El aula era una sociedad particular, que exigía respeto, igualdad y tolerancia.

Así fuimos creciendo y creo que la gran mayoría comprendió el porqué de esos saberes; incluso supo cómo utilizarlos en este mundo tan complejo y en constante cambio.

Si analizamos la familia por una parte y la escuela por otra, pues no estamos haciendo efectivo el resultado de este binomio perfecto. Todavía existen casos de quienes pretenden hacer las cosas por un camino sin importar el sentido que tome luego de la exclusión del otro.

Es que la educación es una sola, que depende de los dos por tanto no pueden estar separadas, constantemente deben buscar la forma de relacionarse y conseguir el equilibrio estipulado; el maestro no puede dejar toda la responsabilidad en el padre, tampoco viceversa.

Hoy nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes tienen que aprender sobre los colores, el alfabeto, el teorema de Pitágoras, los elementos químicos, el valor de Romeo y Julieta, la protesta de Baraguá, pero también están obligados a aprender acerca de cómo ser mejores personas, el papel que juega cada cual, en la protección del ambiente, la cortesía, el entendimiento al anciano y la conducta en cualquier lugar. Eso es indiscutiblemente educación, educación de la que más se requiere y la que en ocasiones menos percibimos.

El progreso de la sociedad depende -diría el noventa porciento- de lo que seamos capaces de lograr de niños; encaminado en el desarrollo de la personalidad, las aptitudes, la identidad cultural, el idioma y los valores. Son tiempos difíciles -nadie lo niega- pero no desechemos la posibilidad de preparar a nuestros hijos, sobrinos, vecinos o alumnos para asumir una vida responsable en una sociedad libre con espíritu de comprensión, igualdad y amistad.