Símbolo y leyenda de nuestra danza

Decía Martha Graham, una reconocida bailarina estadounidense, que «la danza es el lenguaje ocuto del alma». Y es cierto, muchas emociones encierra está manifestación artística que cautiva por su sensualidad, por la entrega de quienes la ejecutan y por los mensajes que trae implícito el arte de hablar con cada movimiento.

Hoy recordamos el natalicio el 21 de diciembre de 1929 de Alicia Alonso, Prima Ballerina Assoluta Coreógrafa y maestra, fundadora y directora del Ballet Nacional de Cuba. Ella fue inspiración y el arte mismo.

Encontraba en el viento una sincronía inolvidable y distintivo, por ello muchos consideran que Alicia fue la más internacional de nuestras artistas. Su tesoro más preciado lo obtuvo en 1948, cuando fundó en La Habana el Ballet Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba.

En aquel entonces compartió algunas presentaciones en el American Ballet Theatre y los Ballets Rusos de Montecarlo, pero no fue hasta 1959 cuando el Gobierno Revolucionario de Cuba le ofreció apoyo.Setenta y cinco años después de aquel suceso cultural, Alicia se convirtió en la maestra de generaciones y la ferviente defensora de las técnicas y características que exige el ballet. Enamoró por su carisma, la sencillez en la escena y su magistralidad.

Años atrás, el periodista Yuris Norido en una entrevista para La Jiribilla le preguntaba: «Hay toda una mística alrededor de la figura del bailarín. ¿Un bailarín es una criatura especial?», a lo que Alicia respondió: «No creo que sea especial, creo que es un ser humano que ha encontrado lo que quiere en la vida. Ya eso lo hace un privilegiado. ¡Cuánta gente en el mundo pasa la vida entera sin encontrar lo que hubieran querido o podido hacer!».

Poco tiempo le bastó para demostrar que la danza, vibrante y singular, también podía ser practicada en esta nación. De sus aulas salieron grandes bailarines con el orgullo de que Alicia fuera su maestra. Todo ello le valió el reconocimiento internacional por forjar en Cuba una cantera de calidad, a la altura de las grandes compañías de su tipo en el mundo.

Alicia no solo dejó una huella imborrable en la historia del ballet, sino que también personificó la resiliencia y el compromiso con el arte, recordándonos que las barreras no son obstáculos para la belleza y la gracia que puede expresarse a través del movimiento.

Alicia Alonso trascendió el escenario para convertirse en un ícono cultural, un símbolo de perseverancia y gracia. Su contribución al mundo de la danza no solo encendió la llama de la inspiración, sino que también dejó un legado imborrable que enriqueció las vidas y los corazones de quienes tuvieron el privilegio de presenciar su arte.