Cirilo, nos acompaña en cada campo artemiseño

En el ingenio  San Diego de Núñez, Bahía Honda nacía un Villaverde iluminado e ilustrado, luego de una época y una forma de vida, que hasta hoy,  nos condiciona.

 

Aunque Artemisa dejó de ser pinareña, continúa más vueltabajera que nunca, porque Cirilo situó las puertas de Vueltabajo  en Guanajay y a esa delimitación tan suya le incluyó también el Ariguanabo.

 

Más allá de las dimensiones y nociones geográficas, su descripción de la gente es la verdadera certeza de cuánto le pertenecemos todavía.

 

Los guajiros son alegres, de mansa condición, dados al trabajo, generosos y amigos fieles, apasionados y entusiastas; aseguraba.

 

Así continuamos siendo los moradores genuinos de Vueltabajo, como nos describiera en sus crónicas sin fecha de caducidad; válidas en este y el resto de los tiempos.

 

Autor de la obra cumbre de la literatura cubana del siglo XIX, para nosotros, artemiseños y pinareños, herederos  de un peculiar gentilicio resultados de su ingenio. Fue el primero  en descubrir toda la riqueza ecológica y humana de estas tierras occidentales.

 

La prosa de Villaverde llega como estímulo multisensorial  que trae olores, sabores,  emociones y trasmite  pasión  a la tierra  de su origen.

 

Hoy nos sigue acompañando  el más verde de los campos  de cañas, de su excursión a Vueltabajo, que la impronta  de un escritor  tan útil  sirva para edificar  la Artemisa que queremos y le gustaría a Cirilo.