Guanajay: el pequeño Japón

Cuentan pasajes y memorias de la época que el judo en Guanajay se practicó por primera vez dos años después de su introducción en Cuba por 1951. Desde entonces generaciones de cubanos forjaron su espíritu combativo mientras otra parte de la población, seducida por su simpatía, puso todo el empeño para arraigar en estos lares el arte marcial que provenía de la Tierra del Sol Naciente. 

Luego aconteció la apertura del colchón de Judo en un local alquilado por Alberto Bernal, primer campeón olímpico de Cuba, aparecen los primeros movimientos masivos de interesados, las técnicas aprendidas y su aplicación en el combate se perfeccionaron, a sus activistas no les bastó la idea de practicarlo solo en la Villa Blanca, lo extendieron hacia Mariel y Artemisa, y comenzaron a recolectar meritorios resultados.

A esta historia escrita a golpe de atrevimiento nos acerca el libro Guanajay: El pequeño Japón del coterráneo Heliodoro Chacón Percival, al que consideran un investigador incansable del deporte combativo, quien además tiene a su cargo la peña Roberto Loza Canales. Un estudio escrito con gran interés por demostrar la identidad del municipio, de sus glorias pasadas y presentes como lo resaltara el Dr. Justo A. Chávez en su prólogo.

Heliodoro Chacón alcanzó el grado de Cinturón Negro (Primer DAN) y participó en varias competencias alcanzando importantes lugares.

“Con el Triunfo de la Revolución Guanajay no estuvo ajeno a este despertar y es singular la masividad lograda en la pericia del judo; muchos vieron cumplidos sus sueños al subirse al colchón”, asegura Helio.

“El profesor Bernal empezó a impartir clases y algunos como Héctor Rodríguez, los hermanos Pedro, Armando y Roberto Delgado Mendoza, Jorge Luis Delgado Cabrera, Roberto Loza Canales y otros llenaron de gloria al judo municipal. En 1965 Bernal decide irse a vivir fuera del país y nombraron profesores a Ezequiel González Echezábal, Félix Pérez González y Mario García Nodarse; quienes darían continuidad al trabajo realizado anteriormente.”

“A partir de ese momento los muchachos comenzaron a obtener logros en Campeonatos Inter-club y nacionales, además en los Juegos Nacionales Escolares y Juveniles. Hay una página inolvidable: la Comisión Nacional y la dirección del INDER decidió otorgar la sede para la celebración del Torneo Internacional “José Ramón Rodríguez in Memoriam” a la Villa Blanca en julio de 1982. Aquello no tenía nombre, ganó más fortaleza y ello sin dudas aportó a favor del pequeño Japón.

“Aquí hemos recibido al octavo Dan Hilarión Ronaldo Veitía Valdivié quien a lo largo de estos años estrechó los vínculos. Solía venir para ver disputar a sus discípulos los del Cotorro contra los nuestros que siempre le dejaban un mal sabor después de cada competencia” 

“Guanajay mantiene ese buen trabajo legado. Sobresalen excelentes muchachos que se preparan desde la base, se han reincorporado profesores que en un momento determinado salieron del sistema sin embargo todavía queremos saldar una deuda: el local donde hoy se practica se reparó, pero lamentablemente seguimos a la espera del tatami que nos prometió el INDER; algo pendiente y sería bueno retomarlo.”

Con un seudónimo singular que dice mucho de la constancia de los atletas de esta Villa se nos presenta un libro imprescindible en la formación de nuevos judocas, también material de estudio donde encontraremos la apacible significación del arte marcial en el territorio, sus protagonistas y el desarrollo de iniciativas que jamás podrán perderse por el bien del futuro.