Lo tuyo, lo mío y lo de otros; al fin es nuestro

«Valientes» es el título de la canción de Buena fe, devenida himno durante la pandemia de Covid 19. Pareciera la osadía razón de ser de las liras que acompañaron el empeño por salvar y salvarnos en condiciones extremas de incertidumbre y dolor.

El disco Carnal del dúo musical cubano, se había estrenado a finales 2019 y aunque Valientes fue desde el inicio una excelente propuesta para pensar en cómo vivimos y hacia dónde nos lleva la tendencia al desapego, nadie auguraba cuánto se escucharía en poco tiempo, o de qué manera insólita, habría de promovernos las entrañas.

Pero si en momentos tan difíciles, los sentidos de una canción nos condujeron a la esperanza, las lecturas que se hacen de una obra de arte suelen ser plurales, pues la utilidad se adecua a los contextos y las urgencias.

A esta comentarista le arde hoy una expresión tras el testimonio de otro cubano. Afligido por la indolencia en un trance cotidiano, vino a compartirme cuánto le indignó escuchar la frase: «Ni es tuyo, ni es mío» que recibió como respuesta de quien le asistía ante la avería de un automóvil rentado, cuando le presentó la preocupación de dejar el carro solo en el lugar del incidente.

Por esa ausencia de responsabilidad y empatía, de sentido común, de muchas otras cosas imprescindibles, y aunque no lo parezca, dolorosamente presente en no pocas personas; estamos pagando el deterioro económico y espiritual de nuestra sociedad. Claro que no es la única causa, pero pesa demasiado en la balanza.

En ese himno sencillo que es Valientes, deberíamos darnos también un baño de realidad, para limpiarnos de tanta desidia. De hecho, no se trata de una isla dentro del fonograma Carnal, tan lleno de simbolismos desde el propio nombre del álbum, hasta los resortes que invitaron a escribir un texto como el de esta canción.

Vale citar alguno de sus fragmentos: «viejos jinetes del horror que han aprendido, con la distancia a anestesiarnos los disensos, con sensación de no es aquí, no es a mí, no son los míos; cabalgan sobre nuestro tedio. Después será no es mi ciudad, luego será no son mis hijos, somos la misma humanidad, todos frente al mismo acertijo«.

Pero ¿qué estoy haciendo aquí, amando a este país como a mí mismo? Se pregunta Israel Rojas mientras interpreta. El episodio de apatía que me cuenta mi coterráneo, puede se replique en muchas otras situaciones y nos lleva a cuestionarnos qué estamos haciendo con el futuro, y qué con el presente desde ya preocupante.

Entregarnos a la apariencia de que nada nos pertenece, es el principio de los errores que condenan nuestras oportunidades y probabilidades de tener mejores opciones hacia el desarrollo.

Lo público, lo colectivo, lo compartido, tienen que dolernos al margen de los títulos de propiedad. Por alguien debe comenzar la necesidad de preservar o crear el patrimonio que queremos o al que aspiramos.

Destruir es la conducta que habla peor de los seres humanos, cuántas veces negados a usar por su propio bien, la racionalidad que solo a esta especie del reino animal le fue otorgada sobre la tierra. ¿Por qué dañar o permitir daños en lo que no asumimos propio o cercano?

Por otra parte, pero igual de inquietante, resulta el comentario de un joven que se refiere a su amiga como «una rara» porque le preocupan los seres vivos de la Amazonía o las calamidades de parajes distantes y supuestamente ajenos.

Es muy probable que casi todas las formas de barbarie se originaran en la superficie de lo ajeno o lo desconocido, en algunos casos, la intolerancia.

Afortunadamente, también somos testigos de otros sucesos alentadores en la rutina que nos toca vivir, como el de una hija que exige a su mamá ahorrar el agua, con la certeza de que este recurso será el móvil de las guerras del futuro.

Ya no estaremos seguramente, pero sí los descendientes tuyos, míos o los de otros. Todos valen por igual. Sin pensar en escenarios lejanos, basta saber que hay sitios donde el agua ya escasea en demasía.

A eso llama Valientes, más que al coraje o la osadía, a amar como a sí mismos todo aquello que nos sirve, nos ayuda, nos facilita la vida o simplemente, precise despojarnos de intereses personales, individualismos. En este, nuestro universo, resulta casi utópico sobrevivir en soledad.

La reflexión podrá parecer viejo bregar contra la corriente, esto de apelar a la conciencia colectiva, pero elijo no rendirme con uno y mil asuntos míos y de todos.