Cafetal Buenavista: Donde el tiempo susurra +(Fotos)
En lo profundo de la noche, entre las ruinas del cafetal Buenavista, el silencio parece guardar aún los ecos de los gritos de los cimarrones y el aroma fantasmal del café que una vez rodeó la hacienda del francés Don Saint Salarrabe.


A 240 metros sobre el nivel del mar, la brisa es más fresca y transporta la imaginación a un siglo detenido: señoras con vestidos de vaporosa tela, abanicos en mano y peinados adornados con flores.


Este lugar preserva las ruinas de una casa construida en 1801. De sus piedras emerge la historia de los primeros 26 esclavos traídos desde Haití, quienes sobre sus espaldas cargaron los materiales para levantar estas macizas edificaciones.

Saint Salarrabe llegó a tener 126 esclavos para trabajar sus 107 hectáreas, donde se producían hasta 28 toneladas de café anuales. Frente a la casa de piedra, una enorme campana que anunciaba fugas de cimarrones espera a que cada visitante la haga sonar, marcando su paso por este lugar donde el tiempo se respira.

Hoy, el cafetal se ha transformado. Lejos del horror y el látigo, ahora se escriben nuevas historias de luz y disfrute. Los secaderos de café, el horno de cal y los caminos empedrados son testigos de un renacimiento: donde antes hubo sufrimiento, ahora florece el turismo que sustenta a una comunidad laboriosa y mantiene viva la memoria para que el mundo la descubra a través de sus fotografías.