Siempre hasta la victoria +(Video)

«…No porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra, / porque te escondan / en cementerios, bosques, páramos, / van a impedir que te encontremos, / Che Comandante, / amigo. / Estás en todas partes, / vivo, como no te querían».

No puede hablarse de efemérides cuando se menciona el nombre de aquel que abarca el calendario todo.

Hijo de la Argentina, los dolores de América amantaron su carácter. Imberbe, aun, subió a una motocicleta y recorrió la llaga que el capital hundía sobre los pueblos.

Decidió hacerse médico también para curar los males que en el alma ponía la salvaje sociedad del consumo.

El Che se hizo de Cuba porque en su causa halló justicia y combustible para dar voz a una región en caos.

Vino de México en el yate anunciador y puso al servicio del uniforme verde sus conocimientos de medicina, su inteligencia para la guerrilla su don natural para el mando y una estera de leyendas que lo mostraron modesto.

No pudo el asma contra la voluntad del guerrillero ni la humedad ni el frio de la Sierra amainaron su ímpetu; porque una estrella se acomodó en su frente multiplicando el calor de la avanzada que sembraba a su paso escuelas tierra y pan.

El Che llegó con la victoria a La Habana, a su lado la misma palabra que conmovió su espíritu en casa de María Antonia. Igual voz de presente para la banca, para la industria para la economía por hacer y para repetir en Naciones Unidas que esta humanidad echaba a andar.

Otros pueblos del mundo lo reclamaban y no pudo negarse ante su deber de ser el Che.

Solo ebria pudo llegar la muerte porque en su mano temblaba la guadaña, pesaba mucho el alma del ejemplo.

Ser como el Che es propósito perenne de la isla que lo adoptó como una madre. La estrella de su boina se instaló en la bandera y ondea soberana y siempre hasta la victoria.