Quién fuera poeta

Se lanza un ángel de la altura, caída libre, queda frío, la orden de su jefatura es descender hasta Dos ríos. Es 19 y también mayo, monte de espuma y madre sierra, cuando otro ángel a caballo, cae, con los pobres de la tierra.

Autor de semejantes versos, Silvio Rodríguez, aunque no en Cita con ángeles, soñó con escribir, cantar, como otros: “Estoy buscando melodía, para tener cómo llamarte ¡Quién fuera ruiseñor! ¡Quién fuera Lennon y McCartney! ¡Sindo Garay, ¡Violeta, Chico Buarque! ¡Quién fuera tu trovador!” Anhelaba, en otra oda suya a la poesía.

Esta cronista, que poco se atreve a coquetear con el género lírico, también ha soñado ser poeta alguna vez. Al pie del mar de los delirios, hoy también quiere encontrar palabras tan justas como sublimes. ¿Quién fuera Silvio para escribir algo digno al ángel de la dignidad plena?

Y es que otra vez regresa Martí más vivo, más nuestro desde que cayera en combate el 19 de mayo de 1895 hasta estos días difíciles en que Cuba, América y el mundo, precisan tanto de unidad, andar en cuadro apretado y hacerla más tangible que la mismísima plata en las raíces de Los Andes.

A pocos, como a José Julián, se les reserva el don de ser, luego de la muerte, un ser visionario de la vida. ¿Cómo ocurrió su transición de lo terrenal a la posteridad? Desde niños seguramente imaginamos la escena, al recitar los versos del hombre profeta que, entre los buenos, pidió morir de cara al Sol. 

Era domingo entonces y el delegado del Partido Revolucionario Cubano acababa de motivar a la tropa del campamento de Vuelta Grande junto a Máximo Gómez y Bartolomé Masó. Pero unas pocas horas quedaban a la muerte para convertir en Apóstol al luchador cabal.

Pese a los intentos de Gómez para salvaguardar la vida de Martí, la separación del grueso de las tropas, y solo junto al joven Ángel de la Guardia, le hizo perder referencia frente al enemigo y caer finalmente por el impacto de tres balas.

Cuenta la reseña histórica: rápidamente los españoles se percatan de que han ocasionado una importante baja a las tropas insurrectas a juzgar por las ropas que viste (saco oscuro y pantalón claro, sombrero negro de fieltro tipo castor, calzado de borceguíes negros, al cuello el cordón de su revólver de cabo de nácar), sus documentos y la cantidad de dinero que lleva consigo. Identificado el cadáver es atado a un caballo y conducido a Remanganaguas.

Ante tan terrible pérdida Gómez envía al ayudante, el alférez Ramón Garriga a entrevistarse con el jefe enemigo del que desconoce su nombre y grado militar y al que envía una carta personal para que le responda si Martí se encuentra prisionero, herido o de estar muerto, el lugar donde están sus restos. Aquella solicitud jamás fue contestada.

Tras su caída en Dos Ríos, los restos de José Martí fueron inhumados y enterrados en varias ocasiones hasta descansar en el cementerio Santa Ifigenia, en la ciudad de Santiago de Cuba. En total suman cinco las veces que fue sepultado en diversos sitios, pero un día después de la caída en combate, su cadáver recibe la primera sepultura en el Cementerio de Remanganaguas, cerca del lugar donde cayó. Era un cementerio muy humilde; no le negaron los designios divinos: echar su surte con los pobres de la tierra, aunque se convocara luego a un Concurso Nacional para construirle una tumba.

El corazón de Martí queda enterrado en Remanganaguas, pueblito del municipio santiaguero de Contramaestre, donde sus pobladores sostienen que en ese lugar yace el alma de la Patria. Late. Los humildes también imaginan liras, simple como que la poesía es asunto de los hombres (seres que sienten) y no de los cobardes.

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