La paz es las pequeñas cosas  

Solo tres letras encierran lo que requiere el mundo. Tres sonidos que agrupan la única vacuna que nos dará un futuro, el equilibrio necesario para soñar, fundar una familia, ser feliz sin que un misil rompa el encanto y una garra destruya la tierra bajo nuestros pasos en busca de riquezas.

En el día mundial de la paz debería suprimirse la palabra tener. Habríamos de armar otro lenguaje universal donde no quepan guerras, genocidio, terrorismo, tortura… y amor se hiciera el verbo que moviera los pueblos. Deberíamos abrazarnos, mirarnos en la trasparencia de nuestros hijos; antes de que empañemos su camisa con odio y el egoísmo los separe de nosotros para siempre.

Si compartimos por casa colectiva este planeta agonizante vale la pena hacerlo sin el disparo que acaba una existencia, sin el arma letal que borra del mapa una aldea entera, sin la memoria de Hiroshima.

La paz ya no es una paloma con laurel en el pico. Se vuelve otras imágenes que emocionan. Es una flor abierta en medio de las bombas, es un niño que extiende el último trozo de pan a un soldado que le apunta, son los hijos que buscan a sus padres entre los escombros.

Puede volverse realidad en ese hábitat tranquilo, una serena estancia para todos, donde amigos se vuelva gentilicio; pero sería necesaria la renuncia a poseer, habría que volver a diseñar el mundo y sus planos se extraviaron en masacres y colonizaciones. Es tan fácil, y la vez tan complejo.

La paz es las pequeñas cosas un maestro, una bata blanca, esa mano extendida que aprendimos en Cuba a la que no es posible renunciar bajo ninguna circunstancia, por la que entregaríamos nuestra propia vida.  

Foto Tomada de Ecured