Finca Marta: donde la ciencia abraza la tierra para sembrar el futuro agroalimentario de Cuba

Finca Marta es un sueño agroecológico que honra el pasado, cultiva el presente y cosecha esperanza para la soberanía alimentaria cubana. Fundada en memoria de Marta Monzote Fernández (1947-2007), esta iniciativa familiar es mucho más que una finca; es un laboratorio vivo de resiliencia, comunidad y prosperidad rural.

Bajo el cielo de Artemisa, finca Marta emerge como un bastión de innovación y tradición reconciliadas. Nacida en diciembre de 2011, esta iniciativa agroecológica —liderada por el ingeniero agrónomo y doctor en Ecología, Fernando Rafael Funes Monzote — trasciende la producción agrícola para erigirse en un modelo integral de vida sustentable.

Tras dos décadas dedicadas a la academia y la investigación, el Dr. Funes Monzote decidió encarnar sus conocimientos en la tierra, transformando desafíos en oportunidades.

El proyecto despliega un sistema sinérgico que abarca horticultura, apicultura, fruticultura, ganadería vacuna y equina, y agroturismo. Pero su verdadera revolución radica en su arquitectura circular: producir, procesar, comercializar y consumir forman un ecosistema interconectado que dialoga con diversos mercados mientras explora tecnologías e infraestructuras modernas.

Este diseño no es casual, es la aplicación consciente de principios agroecológicos a un contexto socioeconómico y geográfico específico, demostrando que es posible diseñar estrategias de prosperidad participativas y arraigadas al territorio.

Frente a suelos y climas adversos, finca Marta ha respondido con inteligencia ecológica. Su diseño agroecológico actúa como un escudo verde, amortiguando limitaciones y optimizando cada recurso disponible. El resultado es un paisaje productivo que resiste, se regenera y florece —una metáfora viva de la resiliencia cubana. Más de treinta personas —agricultores, técnicos, investigadores— conforman el corazón operativo de este sueño colectivo.

Juntos, han tejido un ambiente cooperativo, socialmente inclusivo y ecológicamente sensible, donde cada conocimiento y cada mano encuentran su valor. La finca ha extendido sus raíces más allá de sus linderos, impulsando actividades productivas, educativas e investigativas que fertilizan el territorio con saber y acción.

Finca Marta no cultiva solo alimentos; cultiva paradigmas. Es un puente entre el laboratorio y el surco, entre la memoria de Marta Monzote y el futuro de Cuba.

Su modelo demuestra que la viabilidad económica y la sensibilidad ecológica pueden coexistir en un proyecto socialmente justo. Al conectar ciencia, tradición y comunidad, esta finca siembra una pregunta esencial: ¿cómo queremos alimentarnos y habitar este país?

En cada colmena resonante, en cada hortaliza cosechada al ritmo de la naturaleza, en cada innovación que nace del diálogo entre saberes, finca Marta teje un nuevo imaginario para el campo cubano.

Es un faro que ilumina un camino posible: uno donde la tierra, trabajada con respeto y ciencia, se convierte en cimiento de soberanía, dignidad y vida próspera. Como señala su equipo: aquí no se improvisa; se construye, raíz a raíz, la transformación que Cuba necesita.